Ecos de nostalgia nos llamaban…
Ay, niña del ayer de doradas
horas; del mañana que no espera
la celda inacabada de abejas.
Mi alma es como una gota de lluvia
humilde y clara, como una lágrima
por tu mejilla blanca, libélula
que se posa y toma tu etérea ala.
Ya no sé de qué karma me hablan
tus silencios de aura enamorada.
Donde vivo contigo y por ti
con la resonancia de palabras.
Ansioso soy, me rastreo en tus sombras
nacientes de un camino que no acaba;
pues no será mi cuerpo el que llora
ni leerán mi epitafio, las rosas;
cuando me olvide por los estanques
infinitos, bajo su azul mirada.
Todos los derechos pertenecen a su autor. Ha sido publicado en e-Stories.org a solicitud de Vicente Gómez Quiles.
Publicado en e-Stories.org el 03.05.2014.
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