José Luis Remualdi

Videojuego

De tu impuesta fosa de hierros retorcidos y escombros
de tu hogar, levantas tus ojos para mirar tu ruina,
la de tu esposa, hijos, hermanos, padres, amigos, en fin,
la ruina indiscriminada de vidas de tu pueblo.

Miras la hecatombe reinante mientras el mundo ríe
y festeja estúpidamente sus frivolidades desentendido
de tu tragedia, o corre a ver tu sangre en sus noticieros,
la sangre ‘ficticia’ que riegas; porque tu drama pareciera
no ser visto como tal por cierta humanidad, sino
como un videojuego bélico bien diseñado y mortífero
con soldados de élite y armamento de lo más sofisticado.

Los dueños de las armas se han ocupado y ocupan
de armar metódicamente a nuestras bestias íntimas;
nuestra violencia natural contenida a duras penas
por ‘pacíficas’ mentiras religiosas, amén lucrativas
y en nombre de héroes utilizados y muertos por ellos.
Ímpetu deseoso de apretar gatillos y ver caer y tú caíste.

‘No eres nadie’ y herido menos; un personaje secundario
y tu ciudad, un escenario virtual ruinoso y la luna
con la que siguen embobados la mayoría de enamorados
y poetas, como tú una vez, no es hoy para ti sino un maldito
fanal adverso que te delata furtivo entre la devastación.

No esperes que el mundo llore y se apiade
porque casi todo el mundo está animalizado y hasta
sus gobernantes más poderosos, se mantienen al margen
ya que procedieron y proceden igual y lo harán mañana  
y necesitan aclimatar los restos de sensatez disidente, 
a su barbarie, para infundirla naturalmente en todo el orbe.
 
Así solapan intereses de socios guerreros acaudalados,
quienes a estas alturas, por trágica memoria deberían
ser cultores de la vida y la paz y no de la muerte,
al igual que los extremistas que se escudan en ti.
 
Un día, por su ambición y crueldad ilimitadas,
en algún nivel de este videojuego, su tecnología marcial
les explotará en las manos o entre sí, no por justicia divina;
no por redención a tu desgracia, sino porque dios advirtió 
que también está en su mira y parece que el juego consiste
en que él no interfiere siempre y cuando siga intocable.
 
Mira lo que puede concebir la impotencia de no hallar paz.







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Todos los derechos pertenecen a su autor. Ha sido publicado en e-Stories.org a solicitud de José Luis Remualdi.
Publicado en e-Stories.org el 17.08.2014.

 
 

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