Tras nuestra despedida aplazada una vez más,
como anhelada redención conciliatoria y hasta feliz,
al menos de mi parte, hicimos el amor.
Casi al final, mío, empezaste a llorar en silencio.
Lloraste por tu cuenta como a veces, lloraste
sobriamente como nunca. Te pregunté el porqué,
y me dijiste algo referente al amor a salvo.
No me dijiste la verdad y es al presente,
que no sé si lloraste por haberme amado y ya no
o porque me engañaste con alguien más y te remordía,
si te arrepentiste de no irte por lástima de mí, de los dos
o de no irte, o si no sabías lo que querías, o todo junto.
Lo que sí sé, es que no lloraste por amor.
Irremisiblemente, poco tiempo después,
nuestros años de convivencia se partieron en dos
como una foto de ambos y sin más tema
nos despedimos para siempre.
Pero hasta el día de hoy, redundo, y con miras
de hasta el fin de mis días, me persigue la incógnita
de aquel llanto, que aún sin saber su motivo,
me convenció que además de nuestra entereza
de ‘pareja indestructible’ sostenida hacía mucho
a duras penas, tu corazón no me pertenecía
por uno o varios porqués que jamás me revelaste.
Y eso es lo que me tiene mal; perder sí, pero
sabiendo el motivo, insisto, de aquel llanto, pues
lo intrínseco de él tiene la clave de quién fui y soy
ante tus ojos, y se me antoja que a los ojos del mundo.
Si descifrara tu impulso podría subsanar mi error
a favor de mi actitud; no puedo andar por la vida
fallando de ese modo.
Pero, por compasión, temor a más prórroga,
simple desinterés o lo que demonio sea,
no me ayudaste y me hiciste más daño todavía.
Sé que en alguna de éstas mis palabras
y en aquel llanto tuyo, está el secreto
de nuestras verdades, y a no ser ya de tu boca,
únicamente la intuición de otra mujer, imparcial
si es posible, tendría, creo, la condición de esclarecer
ese misterio que a veces me ahonda buscando
mi propia vertiente y la halla y la libera…
Y no sé si mis lágrimas tienen razón de ser.
Mientras, y hasta tanto, aquel triste enigma tuyo
seguirá manando de mi congoja y yo, reflexionando
sobre lo que no entendí de ti ni de mí ni de tu desamor
(único sentimiento que vislumbra mi sensatez) y sobre
el hecho de aquel llanto que hoy me importa más que tú.
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Todos los derechos pertenecen a su autor. Ha sido publicado en e-Stories.org a solicitud de José Luis Remualdi.
Publicado en e-Stories.org el 23.08.2014.
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