Jona Umaes

La llamada de teléfono

Como cada mañana Juan tomaba el desayuno escuchando las noticias en la radio. El café humeante dibujaba jirones en la luz que se colaba por la ventana. Terminó de arreglarse y cuando se disponía a salir sonó el teléfono.

— Número desconocido


Él nunca contestaba salvo a sus contactos de la agenda. Tampoco esperaba llamada sobre ningún asunto que tuviera pendiente, pero en esa ocasión atendió la llamada.


— Buenos días, mi nombre es Marisa Martínez y le llamo de la empresa de telefonía "tele-fibra". ¿Tiene internet en casa?...


Eso le puso de mal humor. Le contestó de mala gana que no tenía intención de cambiar. Tras unos segundos de oír impacientemente le dijo que no tenía tiempo y le colgó sin más.

 

Acostumbraba a ir en bus al trabajo. Le gustaba porque al menos durante media hora podía poner en orden sus ideas y pensar en las cosas que tenía que hacer. Pero ese día llegó a la parada tarde. El bus ya se alejaba y se puso iracundo pensando en la llamada que lo había retrasado. Así que se sentó a esperar el siguiente. “7 minutos para la llegada” marcaba el panel.

 

Sentado en la parada observaba de un lado a otro, perdida la mirada, su ira se fue disipando. Un taxi paró a unos metros de donde se encontraba. Salió una mujer que llevaba prisa y desapareció de su vista tan rápido como había aparecido.

Al poco rato se fijó que en la acera había una pequeña libreta. Pensó que sería de la señora que se había bajado del taxi. Se acercó y la recogió. Era una sencilla libreta de notas. La ojeó rápidamente sin leer hasta que se paró en la última hoja. "Recoger mañana abrigo de la tintorería". Había un número de teléfono anotado y la hora a la que debía acudir, 10h.

 

El día transcurrió como de costumbre y llegó a casa cansado y deseando cenar. Colgó el abrigo en la entrada y algo cayó al suelo. Era la libreta que encontró en la calle. Lo había olvidado por completo. Se quedó pensando un rato qué hacer con ella. Buscó en internet el número de teléfono que aparecía en la nota y encontró el nombre de la tintorería. Decidió que se acercaría a la tintorería para entregar la libreta a la señora. Pensó que quizás podía tener anotaciones de valor en la libreta.

 

A las 10 de la mañana estaba en la puerta de la tintorería. La mujer del día anterior estaba dentro. Esperó a que saliera y le comentó que el día anterior, en la parada de su barrio, la vio salir del taxi y que casualmente recuperó la libreta que cayó al suelo y que le estaba mostrando. Ella entre desconfiada y agradecida se le iluminó el semblante. La había estado buscando el día anterior y con gran preocupación no había pegado ojo. Le agradeció el gesto, y le comentó que en esa libreta tenía anotaciones importantes y de no haber aparecido le hubieran causado muchos trastornos. Le gustaba escribir a mano y no utilizar el móvil para recordar las cosas. Así entablaron conversación y congeniaron tomando un café.

 

Los siguientes días siguieron en contacto y así entablaron amistad y con el tiempo comenzaron una relación.

 

____________________

 

Juan, frente a su taza de café, en la cocina, escuchando las noticias como de costumbre.

Se acercaba la hora de irse al trabajo y sonó el teléfono.
 

— Número desconocido
— Cariño, no te entretengas que vas a perder el bus. Ya lo cojo yo, dijo su mujer.


Así lo hizo. Se despidió de su esposa y partió hacia la parada del bus.

 

“7 minutos para la llegada” marcaba el panel. Una reminiscencia de su mente salió a la luz, y recordó la llamada que recibió hace años en las mismas circunstancias. Si no hubiera cogido ese día el teléfono habría llegado a tiempo a la parada. El corazón le dio un vuelco. Pensar que no hubiera visto aparecer el taxi, ni hubiera recogido la libreta, y todo lo demás que aconteció y que fue el desencadenante de su nueva vida.

 

Él, que siempre analizaba todo, empezó a hacer sus cábalas:

La llamada, el taxi, la libreta en la acera, la libreta que cayó al colgar el abrigo. Cuatro azares, uno tras otro. Cualquiera que no hubiera ocurrido rompería la cadena y no hubiera producido el mismo resultado: conocer a su mujer.

¿De verdad la vida es así? Pensó. Acontecimientos en cadena y al azar y que cualquier cambio producen resultados distintos...

Le asustó la idea de no tener el control de su vida. Que los sucesos imprevistos fueran tan determinantes. Mejor no pensar más en ello, atajó.

 

Llegó la hora de su descanso de trabajo y fue con los compañeros a la cafetería. En la mesa había uno de esos servilleteros de papel que más que absorber, desplazan. Cogió un sobrecito de azúcar, y lo giró. 

Su rostro se petrificó y sus pensamientos se desbocaron a leer:


“El destino mezcla las cartas, y nosotros las jugamos”

Arthur Schopenhauer (1788-1860)

Todos los derechos pertenecen a su autor. Ha sido publicado en e-Stories.org a solicitud de Jona Umaes.
Publicado en e-Stories.org el 26.08.2019.

 
 

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