Joel Fortunato Reyes Pérez

CONTORSIÓN DIMENSIONAL... (Anticuento dadaísta)

CONTORSIÓN DIMENSIONAL
(((Anticuento Dadaísta)))

Prometí no volverlo a contar y lo cumpliré. Pues cuando cualquiera quiere ver lo que es el más allá, abandona los edificios que se esconden bajo el polvo de los granos del agua, en la punta de las grutas que dejaron sus huellas sin zapatos, entran en el elevador y se lavan las rodillas con los párpados cerrados.

Si quieres que el texto sea la imagen de lo que tu fantasía te permite, deja de leer inmediatamente, pues lo que no se dice, es la interrogante que se genera, como método de trabajo literario, ya que, en los sueños, no se responde con excesivas interrogantes a los absurdos más sencillos.

Es tan difícil dejar de contarlo a las seis de la mañana, cuando las árboles han dejado los vidrios entre las hojas del invierno, y cada uno dejar de ser lo que era, y por un instante se dedican a ser las mismas sabandijas. Sobre todo, si son una docena, sentados alrededor de una maleta entreabierta, debajo de los ladridos de un perro en la cocina, como golondrinas desengañadas velando a unas sardinas distraídas.

Ahora cumpliré el no decirlo nuevamente, no obstante, imagínalo…

El fuego y el hielo estaban sentados, se acariciaban entre sí, se limpiaban, se contaban historias desconocidas de tesoros entre las nubes y los cementerios. La inmensa mayoría eran malos, pero casi todos escaseaban regularmente perdidos. Me detendré un poco, y veremos si empujas la puerta negra de los cristales que han dejado el aire acondicionado sin aliento, y esto permite evitar un tropiezo con la torpeza ajena a nuestros deseos.

Me dices que el mar apenas se mueve entre las calles veloces de algunas azoteas, que a los lejos de los objetos tirados, son encontradas las entradas de fechas y escritos de hormigas sintiéndose elefantes… Como es posible seguir sus intenciones, se debe reaccionar mordiendo duraznos y cebollas, cerrando las ventanas y enviando señales de humo para que lo entiendan.

Por otra parte, la soledad no quiere saber nada de ello. Está vestida con sobriedad y tiene prestancia, un poco arrugada por el sueño y un peculiar aburrimiento. Nunca había arriesgado un suspiro y solo había probado suerte entre la multitud de documentos. Además la penumbra dejó de ser tan fascinante al comportarse como un tímido espejo con pantalones de seda y siempre sin bromear.

Ya sabemos que la lógica está en huelga, sobre todo antes de convertirse en mechones, luego en gusanos, y antes de encuerarse bajo el ombligo.
Al amor le han sugerido pastillas, objetos de plástico, ojos de topo y caras sin sentido de vergüenza. Además, pagar por la vulgaridad, perder el tiempo y aceptar el desprecio burdo de los halagos.
Como no lo volveré a contar, y mucho menos lo puedo transportar, lo llevaré a una granja, que al principio era solo de algunos escarabajos, y ahora está plagada de cerdos, con teclados sobre la llanura apacible, mezcla de asco y mal olor de pestañas, que nada saben de la silla y la mesa.

Dejemos a un lado los hechos esenciales que nos dejarían sin aliento para seguir leyendo. Alguien vendría, a pesar de todo, y desde el exterior, automáticamente, abriría el piso, tiraría los platos con la maravillosa velocidad de las tortugas, y tejería nuevos dramas, que solo son creídos por las nueces con las mismas muecas. No obstante, parece que hemos ganado algo con ello, es cierto, el aprendizaje de lo que debe ser ignorado, evitado, rechazado, también resalta la necesidad del interés funcional sin el cual no vibra ninguna fibra del ser amorfo, con la individualización de sus falacias, lo que permite a los acordeones sentirse plenamente tambores, y andar mejor con las cuerdas flojas. Pues con escasa frecuencia se olvida que hay individuos que están preparados para subir la escalera con cuatro patas y los patitos nadando entre aquello enormemente fastidioso, y un poco debilitante al marcar el paso didáctico a los dados.

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Todos los derechos pertenecen a su autor. Ha sido publicado en e-Stories.org a solicitud de Joel Fortunato Reyes Pérez.
Publicado en e-Stories.org el 16.09.2019.

 
 

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