Maria Teresa Aláez García

Por vosotras y por mí.

 

 

¡¡Señor, qué noche más dura, qué dolor en mi corazón!!

Los recuerdos sólo aprietan el nudo de mi interior.

 

Yo cogía su manita cuando estábamos durmiendo

y miraba su carita de paz y de amor sereno.

En las noches de verano mirábamos las estrellas,

él escuchaba extasiado y las nombraba sin verlas.

Era un niño. Era mi niño. El único que tenía.

 

El que Dios me regaló a cambio de mi alegría y mayor gracia me dió.

 

Ahora, junto a su padre, desfila por los desiertos

de recuerdos de las madres y esposas que les tuvieron.

Fueron mi niño y su padre, los tuyos también lo fueron.

 

No me importa que tu sangre y tu color no sean mi credo.

No me importa que tu lengua no se entienda con la mía.

No me importa tu dinero, nada de tu economía.

 

Sólo pienso que en tu casa, que en tu tierra, que en tus sueños,

compartías con los tuyos tus miserias y tus ruegos,

alegrías y esperanzas, felicidad y consuelo,

y que lo tenías todo como yo. Eso lo entiendo.

Pienso que ahora tú sufres como yo lo estoy sufriendo,

que ya no los tendremos más, que su ausencia es nuestro infierno.

 

Que nos dan una medalla, nos hablan que su deceso

hará felices a otros que mucha suerte tuvieron

pero no me hagan ahora comprender lo que no entiendo.

Mi hijo también tenía derecho a ese gran premio,

lo mismo que el tuyo y el de ella y el de todas las que vieron

cómo el gas se desataba en olas de viento y fuego

abrasando y asfixiando a nuestros niños pequeños.

y cómo las balan pasaban silbando por nuestros cuerpos

atravesando con saña algunos, otros hiriendo,

cómo la sangre lloraba la muerte de aquellos miembros

o la de la vida misma de todos los que sirvieron.

 

Ayer tenía una casa, un hombre, un hijo y sueños.

 

Hoy ya no me queda nada más que penas y recuerdos.

 

¿y qué ganamos tú y yó, decidme, qué nos dan ellos

que todo nos lo quitaron, que con nosotras pudieron?

 

¿Por esa sed de venganza y odio y rencor, por su ego,

por su codicia, por oro, por petróleo, por secretos

de estado, de guerra fría, de poder y de armamento

nos hemos quedado solas, estancadas, senos yermos?

 

Claro que esto se supera, claro que aún viviremos,

claro que esas ayudas míseras llegarán, pero no es cierto

que eso no cura esta herida que siempre llevaré dentro

y que no me dirá nunca que lo que hicísteis fue bueno.

 

Ni ella ni yo, ni la otra, os dirán "¡qué buen gobierno!!.

Mató a la gente de hambre, la aprisionó en campamentos,

le quitó derechos tales como trabajo y sustento,

y en nombre de religiones, de ideas y de decretos

enviaron a las guerras o a las prisiones o a centros

a quienes daban su vida por defender el momento

de ver un país que daba la libertad y alimentos.

 

En este momento, solas, ninguna de las tres tenemos

ni color ni lengua ni raza ni religión, cultura, sexo.

Pero yo os aseguro que las tres nos entendemos.

Que dentro de nuestro cuerpo un ahogador nudo negro

nos desgarra las entrañas, nos sumerge en el averno

y saldremos adelante pero no por vuestro esfuerzo

ni porque creamos que vais a cambiar todo esto.

Saldremos hacia la vida que quisimos darles a ellos

y será nuestra victoria mirar por fin hacia el cielo

y sonreir, con tristeza, hacia el sol que un día tuvieron,

mirarnos entre nosotras y seguirnos comprendiendo.

Y si es preciso tener más hijos para quererlos.

 

Sólo una cosa, compadres, presidentes de gobierno:

no cónteís con nuestra ayuda. Para nada.

Ni con ellos.

3 Marzo 2003 - España

http://poetas.com/cgi-bin/poemario/poemario.cgi?start_number=230

Todos los derechos pertenecen a su autor. Ha sido publicado en e-Stories.org a solicitud de Maria Teresa Aláez García.
Publicado en e-Stories.org el 21.10.2006.

 
 

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