Gustavo Fernandez

El Canario

La puerta golpea el marco ayudada por el viento, yo puedo verla si pego mi mejilla a la única ventana que tiene mi cuarto. De la puerta cuelga un candado cerrado. Cerró el candado mal. Con mi cara pegada a la ventana veo esa puerta que me separa de la libertad, bueno, en realidad son dos las puertas, la primera es la de mi cuarto que conecta con el salón y la salida. La de mi cuarto, de madera y solo cerrada por un pasador, se puede derribar fácilmente de una patada, la otra ni siquiera necesitaba un golpe, iba y venía, y es como si me dijera ven y ábreme de una vez, ven aquí, atraviésame.
Mi condena es ser el hijo del exportador de cereales más importante del sur, y por todo su dinero yo soy uno de los secuestrados más rentables del país. Quiero dejar constancia de mi existencia hasta hoy mismo, y de mi más que posible fracaso y muerte.
Hoy por vez primera vez él se fue y me dejó solo, hace como dos semanas que estoy encerrado y creo que hace una que mi padre pagó el rescate, la única posibilidad de que salga de aquí, seguramente, sea muerto, esperaría que él me arrastre hasta un lugar con tierra blanda y que me entierre malamente y quizá hasta me cubra con hojas mustias y piedras por encima sin ni siquiera tomarse el trabajo de cavar una buena sepultura.
Podrá usted notar que ya no me importa morir, ya pasé por esa etapa y no me quedan ni lágrimas, ni fuerzas, ni siquiera esa esperanza que nunca se pierde. Hace dos semanas tenía miedo y desde hace una que espero que me mate de una vez por todas. No quiero seguir aquí encerrado y morirme de hambre. Ya no me acuerdo desde cuando no como ni bebo nada, quizá cuatro días o quizá antes. Quizá el hijo de puta no vuelva más.
Usted que quizá este cómodamente en el sofá bebiendo una cerveza fría, Dios casi puedo saborearla, se estará preguntando porqué carajo no pateo la puerta de mi habitación de una vez y salgo de la casa corriendo como loco a buscar ayuda, no puedo hacerlo, tengo agorafobia.
Seguramente nunca habrá escuchado hablar de esta enfermedad, es una fobia, que simplificando, es el miedo a los espacios abiertos, me ataca el pánico, me ahoga la ansiedad y me paralizo. Puedo controlarlo con medicación pero ya se me acabó.
Para que se haga una idea, cuando no sabía lo que tenía y mis padres pensaban que era retrasado, me llevaban a ver el parque desde el auto y por la ventanilla veía jugar y correr a los niños, veía que se divertían, reían, ¡maldito sea mi mundo!. Inclusive medicado no puedo estar totalmente tranquilo en un sitio que sea grande y abierto, no aguanto más que el ancho de una calle. Otro síntoma es el agobio que me produce las grandes aglomeraciones de personas. Recuerdo un día que estaba paseando con mi madre, caminábamos distraídos charlando, recorriendo solo calles estrechas y justo cuando pasábamos por la parte de atrás de un centro comercial, se abrió una puerta y me sorprendió una avalancha de gente que salía del cine, en ese momento sentí morir, me dio tanto miedo que solo pude tirarme al piso en cuclillas, meter mi cabeza entre mis rodillas y rogar para que se pasara todo pronto.
Tal vez el hijo de puta dejó la puerta abierta a propósito.
Sigo mirando por la ventana, veo un bosque bastante lejos, llegar a él sería como un oasis en medio del desierto, no habrán más de 200 metros desde aquí. Parece que la casa está en el medio de una gran explanada de tierra. No tengo ni puta idea donde estoy.
Que lindos son los bosques, infranqueables con su techo natural. Que cerca estoy de ellos, basta Dios! Eres un cabrón, ¿por qué me hiciste así?, ¿por qué me crucificás en vida?.
Solo se me ocurre romper el vidrio de la ventana y por lo menos respirar aire puro, pero ¿y si vuelve él?,¿ pero que digo? ¿Por qué le tengo miedo?, si antes quería que me matara, ay, ahora comprendo lo contradictorios que podemos ser, realmente no quiero morir aquí, lo que dije anteriormente lo retiro porque esas frases solo pueden pronunciarse cuando uno está vivo. Y yo todavía lo estoy.
¡A la mierda!, pateo la puerta y listo.
Le di con tanta fuerza que parecía una puerta giratoria, fue y volvió, corro hasta la salida y me quedo. Me quedo paralizado, no puedo seguir, los árboles están cada vez más lejos y ya comienzo a sentir ansiedad, ¿qué puedo hacer?, ¿me dejo caer y me arrastro con los ojos cerrados como un maldito reptil ciego?, me paralizaría antes de llegar a la mitad y allí moriría al sol.
En el salón no hay casi nada salvo una mesa, un par de sillas y una nevera. ¡La mesa, claro!, me meto debajo y voy gateando, si ya, y mientras también puedo ir cenando, ¿cómo voy a levantar la mesa con la espalda y la voy a ir llevando gateando?, seré imbécil!.
Tengo que comer algo. Abro la nevera y solo hay pan rancio y un queso duro, casi me rompo los dientes comiéndolo, pero es como una pastilla de fuerza, ¿me estás ayudando, Dios?, imposible!, si existes me creaste para el carajo. Salvo que tú seas también agorafóbico, por eso de la semejanza, ¡basta! no puedo perder más tiempo.
¿Y una silla?. Demasiado pequeña como para sentirme protegido.
¿Y si corro con todas mi fuerzas?, qué fuerzas si sigo hambriento. Y sediento, meto la cabeza debajo de la pileta de la cocina y como si el grifo fuera una pajita, bebo todo lo que sale no dejando escapar nada, después me mojo la cabeza para despabilarme.
Soy como un canario idiota en una jaula abierta que solo mira la salida y sigue picoteando el alpiste.
Nada, voy a correr, como si escapara del diablo, aunque el diablo lo llevo dentro, es esta enfermedad que nunca me dejó vivir normalmente y ahora me aprisiona y me mata de a poquito.
Tengo que correr, tengo que correr, es mi única salida, tengo que correr, tengo que... en ese momento lo veo a él, está parado bajo el umbral de la puerta, mirándome sonriendo.
Me dejo caer al suelo, cierro los ojos y me quedo esperando lo peor. O lo mejor.
 
Más en: http://gustavorey.blogspot.com

Todos los derechos pertenecen a su autor. Ha sido publicado en e-Stories.org a solicitud de Gustavo Fernandez.
Publicado en e-Stories.org el 22.04.2008.

 
 

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