Sergio Arroyo

Criaturas


Una vez, en uno de los parajes más bellos de una región
formada por incansables extensiones de perfumados y coloreados prados y
praderías, habitaba una extraña y enigmática criatura. Estaba ésta formada por
cristalinos pétalos que surgían de un corazón deslumbrante, que irradiaba tanta
luz que podría haber sido confundido con el propio Astro, dios de la luz y del
fuego eterno.
Observaba este extravagante ser a otras criaturas que por
sus características aparentes bien podrían haber sido englobadas dentro de un
mismo conjunto, al que podría haber pertenecido. Pero sus infatigables intentos
de desprenderse del suelo para así poder contemplar por sí misma la belleza del
mundo en todo su esplendor y sus insaciables ansias de amar todo lo que conocía
y lo que podía haber conocido, la condujeron por un camino de auto
descubrimiento, que a su vez acrecentaba el amor que sentía por todo aquello
que existía más allá de su propia existencia.
Desprendía, ésta, un aroma único, que conseguía destacar por
encima de las incontables criaturas que emergían a su alrededor, pues era ésta
creadora de vida, y sus vívidos colores atraían constantemente todo tipo de
organismos carentes de las singularidades que ésta poseía. Aquellos, sintieron
poco a poco una envidia que los corrompía por dentro, pues no eran capaces de
igualar ni por asomo las desorbitadas cualidades que poseía aquella bestia
desbordante de vida y energía, e ignorando que su belleza radicaba en su
singularidad de espíritu que sobrepasaba cualquier desgracia que pudiese
emerger en su vigorosa existencia, comenzaron a odiar lo que deberían haber
amado, e iniciaron una interminable lluvia de calumnias hacia ésta, sugiriendo
día tras día que no era más que una simple flor, como lo eran el resto de seres
que habitaba aquel espléndido paraje.
Ésta, al comprender que era distinta al resto de organismos
simples seducidos por una pasividad egoísta que emanaba todo tipo de
desprecios, descubrió en sí misma ciertos anhelos de simpatía y aceptación y
comenzó a preguntarse por su propia existencia y por las extrañas fuerzas que podían
haberla creado distinta haciéndola triste y desdichada. Había rehusado a creer
que fuese algo englobado dentro de la misma categoría que el resto de seres que
tanto la aborrecían, pero las interminables burlas habían empezado a hacer
mella en su propia auto determinación, así que decidió averiguar de una vez por
todas si era verdaderamente distinta al resto de criaturas.
Un día en el que una pareja de jóvenes enamorados paseaba
por aquella pradera, atraídos por la exuberante cantidad de colores y perfumes,
advirtieron en ésta criatura un halo de incomprensible belleza que los condujo
irremediablemente a su contemplación. Tenía algo distinto, algo enigmático que
la hacía sugestiva y maravillosa, y tras un largo periodo de observación
llegaron a la conclusión de que debía de ser alguna especie exótica, nacida por
esporas enganchadas en alguna especie de ave migratoria, pero que
definitivamente no era más que una simple flor.
Aquella criatura, al oír dichas palabras, se sumió en un eterno
vacío de auto compasión; así, sus colores ya no parecían tan bellos y
lentamente sus pétalos empezaron a ceder ante la brutalidad del viento. Había
perdido toda su inspiradora y sobrecogedora belleza, pues ya no era más que una
simple flor. 

Todos los derechos pertenecen a su autor. Ha sido publicado en e-Stories.org a solicitud de Sergio Arroyo.
Publicado en e-Stories.org el 03.06.2009.

 
 

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