Alfredo Wayne

El blog del Parado

Upss está sonando la alarma del reloj: ya son las 07:30, que sueño tengo, siempre me pasa lo mismo, trasnocho y al día siguiente me levanto hecho polvo. Otro lunes y otra semana por delante, encima hoy me toca ir a una reunión en Madrid: seguro que me pillo el gran atasco y ya empiezo la reunión cansado.

Juan se acaba de levantar. El estado de ánimo determina como afrontamos los retos diarios, ¿por qué ocurre que este estado es siempre bajo al empezar la semana y va subiendo día a día conforme nos acercamos al fin de semana?, ese el objetivo, llegar al fin de semana, piensa Juan.

- Buenos días chicos, buenos días cariño.
- Buenos días Juan ¿has dormido bien?
- Bueno, a trompicones, vaya rachita que llevan los peques, ya no recuerdo qué es dormir de un tirón.

Juan no se “acuerda” qué quien realmente se ha levantado para ocuparse de los niños ha sido su mujer, sin embargo, sí recuerda ese momento entre sueños de oír a los pequeños pidiendo algo.

- ¿Cómo tienes el día?
- Pues me toca ir a Madrid a una reunión con los pesados del cliente, seguro que viene el tal Oscar, vaya pelmazo de tipo, siempre buscando las interpretaciones más rebuscadas y alargando la reunión para no llegar a ninguna conclusión.
- ¿Y no puedes pararle los pies?
- Más quisiera yo, ya sabes que el cliente es el cliente, y aunque intentes llevarle a tu terreno, siempre has de ser diplomático. Me gustaría saber que piensa la gente de verdad en una reunión y que esos pensamientos se transformarán de repente en audibles, ¡lo que nos íbamos a reír!.
 
Mientras los niños acaban de desayunar y vestirse para ir al colegio, los pensamientos de Juan transitan entre la preparación de lo que tiene que contar en la reunión y el sentimiento de envidia sana, como él dice, de aquellos que no tienen que madrugar para trabajar, que no sufren atascos y que se sienten realizados con su vida laboral…., - ¡admiro a esta gente que les encanta lo que hacen y encima les pagan por ello!
 
En ese momento suena el timbre de la puerta, ha llegado la chica que limpia la casa, viene todos los días a las 08:00 de la mañana, para lo cual se levanta a las 06:00, y después de cerca de una hora y media de tren-cercanías y autobús llega a la casa de Juan, dejando a su niño pequeño con el marido para que le lleve al colegio.

- Buenos días Cristina.
- Buenos días señor.

 Instantes después, y con un lacónico beso de despedida a su mujer, Juan sale por la puerta con los niños.

Normalmente el día siempre guarda un primer momento de tensión en el coche a primera hora. Juan pasa por el estrés de aparcar en el colegio, nunca hay sitio y siempre hay alguien que aparca mal y no deja pasar al autobús. Posteriormente el atasco de la carretera, gente con prisas que se cambia de carril de repente, algún accidente, y no digamos si llueve. El primer día de lluvia tras la vuelta de las vacaciones de verano es un autentico caos.

Y al final también tiene que buscar aparcamiento en las oficinas del cliente, no hay un parking público cercano y en la calle aplica la ORA del ayuntamiento, así que Juan tiene que ir a un descampado a diez minutos donde se amontonan los coches de la gente que trabaja en las oficinas de la zona.

Juan siempre llega cansado al trabajo, resoplando y malhumorado. En el camino andando a la oficina del cliente entra en un bar para tomarse un café y se fija en las personas que hay dentro: una mujer que tiene pinta de ser la dueña del negocio, le atiende amablemente detrás de la barra mirándole pero sin verle, hay otras dos mujeres desayunando y hablando de forma animada. Un hombre juega a las tragaperras y un anciano con boina y bastón, se toma un café que tiene pinta de ser carajillo, mientras mira absorto las noticias de la televisión.

- ¡Qué envidia! Piensa Juan, todas estas personas seguro que viven plácidamente y no tienen las preocupaciones que tengo yo…

Juan no reflexiona, porque no conoce la historia de esas personas, no sabe que la mujer de la barra está pensando cerrar el bar por falta de clientela, que las mujeres que están desayunando sienten sus vidas vacías y ese café mañanero es su mejor momento. El hombre de las tragaperras se gasta su sueldo jugando y el anciano que mira la televisión está sólo, sus hijos le han olvidado.

Y Juan sale del bar, y seguramente nunca volverá a ver estas personas, ¿quién se acuerda de los miles de rostros que nos cruzamos incluso en la calle donde vivimos?

La jornada laboral transcurre para Juan. Termina la reunión después de dos horas y le toca volver a su oficina, escribir el acta, leer los mensajes del correo electrónico, redactar el informe del proyecto en el que trabaja, comer, otra reunión con su jefe por la tarde, otro café….

Son las 21:00 horas y Juan se va a casa. En el camino se siente más contento, el lunes ha pasado y como oye por la radio del coche, ya queda menos para el fin de semana. Ahora podrá relajarse un rato por la noche viendo la televisión, seguro que le mantendrá distraído sin tener que pensar en nada.

Juan no sabe que su mujer esta triste, que está deseando hablar con él de cómo ha sido su día, que también está cansada después de estar la tarde con los niños, bañarles, hacer la cena y acostarles. Que ese día le ha llamado su madre para desahogarse con ella porque su padre la hace la vida imposible.

- Buenas noche cariño, ¿Qué tal lo niños?
- Buenas noches Juan, lo niños bien, ¿Qué tal tu día de trabajo?
- Pues lo que te contaba esta mañana, un rollo la reunión, después mi jefe me ha llamado porque bla,bla,bla ………………………………………………………………………..

Su mujer le mira, pero Juan no se da cuenta, sólo quiere ir a cenar, sentarse en el sofá y ver la televisión. El lunes acaba, no es un día más, es un día menos.

Todos los derechos pertenecen a su autor. Ha sido publicado en e-Stories.org a solicitud de Alfredo Wayne.
Publicado en e-Stories.org el 16.10.2009.

 
 

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