Estás ahí,
silenciosa y quieta,
con los ojos cerrados
y la boca ligeramente abierta.
Estás ahí,
con los bracitos extendidos,
estás dormida.
La noche cayó sobre ti
y tú sin una protesta,
estás ahí,
sonriendo a medias.
Te miro,
el corazón me salta en el pecho,
eres mía, sólo mía
y te quiero.
Duerme tranquila,
nada ni nadie,
podrá perturbar tu sueño,
por ti velo yo, tu madre.
Todos los derechos pertenecen a su autor. Ha sido publicado en e-Stories.org a solicitud de Lourdes Pérez Nëel.
Publicado en e-Stories.org el 30.05.2010.
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