En la ocasión del comienzo del segundo mandato de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner que aparentemente persiste en ver todo el panorama del país a través de los anteojos de una ideología populista izquierdista, tropecé con un artículo que escribí ya hace mucho tiempo (2008) y me admiré de lo poco que (en los grandes temas) la situación cambió:
Las desaventuras argentinas son tantas, y en los países de Europa especialmente de índole anglosajona, como Alemania, Austria y Suiza y los países nórdicos, miran a los argentinos un poco con la misma suspicacia que esos países reservan todavía en cierta medida a los italianos o a los latinos en general y que se caracteriza por adjetivos como: irresponsable, egocéntrico, narcisista, confirmando así más o menos el juicio de Ortega y Gasset de los argentinos, o sea que (entre otras cosas) los argentinos se consideraran el ombligo del mundo.
Añaden a eso una cierta petulancia de los argentinos que les induce a no reconocer sus propios errores, buscando la culpa para todos sus males en los otros (supuestamente siempre malintencionados). Y por eso el clima de la conspiración y de la desconfianza recíproca es un escenario típico de
Este es el cuadro que se presenta al observador externo (europeo): corrupción en todos los niveles de la administración pública, mucha delincuencia, poca seguridad jurídica, instituciones débiles, una burocracia desbordante, poca eficiencia de la administración pública y en la situación actual decisiones macroeconómicas discutibles que no sirven a asegurar un progreso sostenible, ni social ni económico.
Todo esto confluye en la opinión generalizada de los observadores que el futuro del país sea muy incierto.
Todos los derechos pertenecen a su autor. Ha sido publicado en e-Stories.org a solicitud de Peter Schönau.
Publicado en e-Stories.org el 24.12.2011.
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