Kit Moya

Sueños Lejanos (parte 1)

 

 

        El sudor me corría por la frente, aun siendo apenas las 10 de la mañana sentía el calor que me quemaba la piel y cada sonido que mi estomago hacia me dolía cada vez mas por falta de comer.  Sentía que mi espalda me pesaba como si tuviera un saco lleno de piedras y que mis piernas no iban a soportar el resto del día.

A los 19 años todavía me encontraba trabajando en los plantíos de arroz de mis padres.  Aunque teníamos pocas tierras, esto había sido nuestro alimento por varias generaciones.  Mis bisabuelos, abuelos, mis padres y yo hemos sido cultivadores de arroz por todas nuestras vidas, y era lo único que sabíamos hacer.

       Nací y crecí en Qinzhou, en la provincia de Guangxi, China.  Mis padres han sido muy pobres todas sus vidas, pero siempre se han levantado al amanecer a trabajar en los cultivos de arroz, nunca se han quejado y nunca nos ha faltado comida en nuestra mesa.  Mi madre siempre me ha dicho que cuando tenga una oportunidad de superarme que trate de salir de este pueblo, aunque mi padre piense lo contrario.

Las noticias se han corrido por el pueblo de que en America, o en el nuevo mundo como lo llaman muchos, la gente esta encontrando oro en los ríos y en las montañas y que la persona que lo encuentre puede quedarse con el.  Bastantes personas de mi pueblo se han marchado a esas tierras en busca de riquezas.  Ya muchos se han ido y no han regresado.  Son tierras muy lejanas y peligrosas como lo dicen nuestros adultos, pero muchos al igual que yo no queremos seguir este tipo de vida.

       Por fin llego el día.  El día antes de mi cumpleaños decidí marcharme de mis tierras y llegar a alcanzar mi sueno de llegar a America.  Era ya septiembre el cual se iba a empezar las recogidas del arroz. Pero este día me levanté muy temprano, antes de que el sol brillara, con una meta diferente.  Recogí el poco dinero que tenia escondido debajo de mi cama.  Puse mi único traje en una bolsa que mi madre me había hecho.  Envolví un trozo de pan y una bolsa de arroz y la guardé dentro de la bolsa junto a mi ropa.

Se lo habia mencionado a mi madre, y aunque no me dijo ni una palabra sabía que ella estaba de acuerdo conmigo.  Por otro lado, supe que ella se lo había mencionado a mi padre y que el se había enfurecido ya que yo era el único hijo, y el único del cual ellos contaban en cuidar nuestras tierras.  La noche anterior no me dirigió la palabra, durante la cena comimos y ninguno nos cruzamos la vista.

Por fin, salí de mi casa, todavía a oscuras pude distinguir a mi madre afuera esperándome.  Tomó mi mano y puso una bolsita con unas monedas, eran todos sus ahorros.  No quería aceptarlas, pero sabia como era mi madre - no se le podía llevar la contraria.  Las tomé y al abrazarla sentí sus lágrimas en mi pecho.  Estaban tan calientes que sentía que me quemaban el corazón.  Trate de no demostrarle que también lloraba, y sin que me viera me limpié mis mejillas con mi hombro.    “Baba?”  (papa), le pregunté a mamá.  Ella movió su cabeza diciendo que no.  Sabía que no me quería ver, me dolía irme sin tener su apoyo, pero por lo menos sabía que mamá me deseaba lo mejor.

      Iba a hacer un largo recorrido a pie, hasta llegar al Puerto de Shajing, donde esperaba tomar un bote hasta  llegar al Puerto de Qinzhou.  Después de ahí no tenía ni la mínima idea cual iba a hacer la próxima ruta o el próximo plan.  Sería preguntar y ver como me costeaba los pasajes.

      “Regresaré en una mejor condición mamá, y me encargaré de ustedes dos, se lo prometo”.  Fueron las últimas palabras que le dije a mi madre después de alejarme de mi tierra.  Al marcharme prometí caminar y no volver a ver para atrás, pero fue imposible.  Tuve que mirar por última vez a mi casa, a mi mamá.  A lo lejos, con la poca luz del sol que empezaba a asomarse entre el horizonte, vi a mi madre en brazos de mi padre.  Los dos estaban parados mirando mientras me alejaba.  En ese momento que vi a mi padre afuera con mi madre, supe que ya tenía el apoyo de los dos.  Sentí que mi alma se llenaba con alegría y que una gran fuerza se apoderaba de mi cuerpo.  Estaba decidido a llegar a America.  Estaba decidido a cambiar el destino de los Tack.

 

 

Todos los derechos pertenecen a su autor. Ha sido publicado en e-Stories.org a solicitud de Kit Moya.
Publicado en e-Stories.org el 06.03.2012.

 
 

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