¡Con dorado canto se inundó la noche de estrellas
para mirar resalada, tu cara tan hermosa!
¡A veces siento envidia de los astros que te miman!
Vuelvo a ti, para loar a mi dama de la paciencia.
Yo no miento si digo que le quiero madre briosa
regalarte esa palabra que al hijo conmoviera
y del regazo santigües mi soledad gloriosa
mientras con diestro fervor la fe el fruto me acogiera.
Abocado con feliz amor mujer milagrosa
en vida pregoné mi alma nostálgica, sincera.
En nosotros viertes todo tu amor y tu dulzura.
Santa paz alumbrarás marinera fabulosa
haciendo bellas sendas que del mar te floreciera.
¡Serás amor, grata consejera de la ternura!
Todos los derechos pertenecen a su autor. Ha sido publicado en e-Stories.org a solicitud de Vicente Gómez Quiles.
Publicado en e-Stories.org el 25.10.2013.
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