Christoper Sebastian Montiel Sanchez

El teléfono

Sonaba el teléfono "trrru, trrru" y su voz al contestar endulzaba el ambiente. Era Cristina la hermana de mi meeejor amigo
- ¿Bueno?

Ella lo cambiaba todo sólo con su voz, me robaba las fuerzas y apenas podía sostener el teléfono.
-¿Hola...?
- ¿Eh, sí?

¿Sabría quien sería yo? Una vez por casualidad levantó el teléfono, recuerdo que yo no sabía quien era ella y de haberlo sabido hubiera colgado inmediatamente por impulso. Nunca había escuchado su voz tan cerca de mi oído hasta ese momento. Pero ella supo quien era yo. Esa fue la primera vez que yo cruce palabra con ella, un momento del que recuerdo la mezcla de sentimientos entre alegría y nerviosismo como si hubiera sido ayer.

-¿Sa... sabes quién habla?
- Jaja sí, quieres hablar con mi hermano ¿no?

No llamaba sólo para hablar con Enzo, mi amigo, era casi mágico el momento en que contestaban mis llamadas en esa casa. Ella, no es que se la pasara contestando el teléfono, pero no importaba a qué hora marcara yo, siempre por casualidad levantaba el teléfono y en ese instante la voz de un ángel invadía la bocina.

Pero hasta el momento el resultado siempre era el mismo, ella contestaba, yo la saludaba, bromeábamos de cómo es que ella sieempre me contestaba, con suerte reíamos por ese hecho y luego me pasaba a su hermano. Esta vez estaba decidido a algo diferente, tenía que hacerlo, no era opcional, era ahora o quizá nunca tendría la oportunidad de hacerlo.

- Sí. Bueno pero y ¿sabes cómo me llamo?
Los segundos en silencio transcurrieron como de rodillas.
- Jairo
-Hola... Cristina ¿no?
- Jaja osea ¿no sabes cómo me llamo?
- Sólo quería estar seguro de que eras tú, ¿tienes otras hermanas cierto?
- Muchas sí, pero no se porque siempre soy yo quien te contesta el teléfono, ya deberías saber cómo suena mi voz

Y no era lo único que sabía de ella. En la iglesia los domingos a medio día yo la contemplaba de lejos. ¿Cómo no enamorarse de sus enormes ojos, sus labios pequeños y ondulados cuando sonreía, su cabello lacio y negro que igual brillaba con la luz del sol que con los faros de la calle por la noche?

Ella solía bromear con todos los niños del grupito de amigos, era parte de él, pero yo con ella ahí, era como estar perdido. ¿Cómo no evaporar mi mente de ese lugar? sentía como si no fuera parte de nada porque sólo quería ser todo de ella.

Apenas salíamos de misa y ella corría hacia donde nos encontrábamos se me helaban las ideas, se esfumaba el aire de mis pulmones, se me pegaban los labios, las piernas se convertían en plomos y el cosquilleo de mi estómago hacía interferencia con mis oídos.

Sólo podía voltear la mirada si por causalidad sus hermosos ojos se cruzaban con los míos. Era un fracaso. Yo me convertía en una estatua rígida y fría y ella en un ave asombrosa, de blancas plumas con formas increíbles y un vuelo elegante con el que revoloteaba por donde quiera.

- ¿Cómo estás?
- Oh!, mmm - hizo una pausa de un segundo que me dejó helado -  muy bien gracias ¿y tú?
- Pues - la mía no era una pausa, estaba atónito - igual jajaja
- ¡Que bueno!, eso me da gusto
- Así que, ¿está tu hermano?

No soportaba más hablar con ella. En cualquier momento podría decirle lo hermosa que era y lo mucho que me gustaba el moño de su diademada roja que usaba para evitar que su lacio cabello le volara en la cara. ¿Qué digo el moño? nada me gustaba más que su cabello suelto, largo, obscuro, rebelde, descuidadamente despeinado, tan natural como lo natural que era para mí quererla.

Y ni hablar de sus ojos, grandes, profundos y tan apacibles, podías notar su nobleza si la veías fijamente a los ojos, porque usualmente, a simple vista parecía ruda y se comportaba como un niño más del grupo. O eso decían.

Para mí era hermosa, la razón de cada suspiro. Éramos niños pero ya me gustaban sus caderas y no podía evitar el deseo de tomarla de sus manos finas. A leguas se notaba que su piel era suave, delicada y tersa. Tan blanca que sus ojos y su cabello hacían un maravilloso contraste. Y ni hablar de las ganas que tenía de aferrarme a ella con la misma delicadeza con la que el aire le rosaba los poros. 

- Jaja no está, aún no llega del colegio
- ¿Pero que no van juntos?
- Yo tenía que estudiar para mis exámenes, pero él tenía que hacer un trabajo con unos amigos.

No sabía yo si era una maldición o era lo mejor que me podía haber pasado en la vida. Como quiera que sea me alegraba de escucharlo. Nunca pude cruzar palabra con ella de frente. Era como si fuéramos completos extraños, cuando la tenía de frente a penas podía recordar que era amiga de mis amigos, hermana de mi mejor amigo. Era mi musa, porque sentí lo que era estar enamorado por primera vez gracias a su belleza. Pero como si fuera una pieza de arte de algún museo no podía tocarla, ni estar cerca de ella.

- Bueno, sólo hablaba para ver si podíamos vernos esta semana, porque me mudaré.
- ¿Te vas? - sonaba como si la noticia verdaderamente la tomara por sorpresa.
- Sí, me mudo para Cali la próxima semana.
- Que bien...
....
- Pues bueno yo no quiero mudarme y no se si podré seguirlos viendo-. Es decir, a tu hermano y a todos los de la bolita. Al menos ya no podré ir todos los sábados a jugar ni a la misma misa los domingos. 
- Pero puedes marcar a la casa para hablar con Enzo cuando sea ¿no?.

Sonaba como si ella quisiera que lo hiciera, pero rápidamente deseché esa idea. Por lo pronto ¡con ella! era con ella con quien estaba hablando y eso era lo que más me importaba.

Ahora no podría irme en paz, recordé que aunque siempre había sido amable conmigo por teléfono ella pensaba que a mí no me caía bien. Actuaba extraño, era buena onda con todos pero parecía evitarme y yo la evitaba a ella. Pero no es que yo quisiera, más bien es que no sabía como ser yo si ella me enardecía por dentro. No lo entendía, perdía el control y huía, actuaba feliz y atrevido con otras niñas que no me hicieran sentir todo lo que ella me hacía sentir, aunque nada me importaba más que poder verla de nuevo y escuchar su voz siempre.

- Claro, estaré en contacto a ver si puedo encontrarlo otro día antes de irme.
- Cuídate mucho
- Tú también cuídate mucho.

Eso fue lo más cerca que de niño estuve de decirle que la quería y que era lo más hermoso que había visto. Esa fue la última vez que volví a hablar con ella. Crecí, me fui lo suficientemente lejos, me ausenté de más y cada paso que di me puso más y más lejos de mi mejor amigo y de la niña que me llenaba de amor con su sonrisa.

No se si algún día sabrá que la quise, no se si algún día podre quererla de cerca y dejar de ser de piedra para ser libre de amarla. Que me enseñe a volar con la gracia con que ella lo hacía para conquistar el mundo, para conquistar su corazón todos los días de mi vida y vivir el primer amor.

Tan tan.

Dedicado a todos los que recuerdan su primer amor. (Recordar del latín re-cordis "volver a pasar por el corazón").

Todos los derechos pertenecen a su autor. Ha sido publicado en e-Stories.org a solicitud de Christoper Sebastian Montiel Sanchez.
Publicado en e-Stories.org el 19.05.2014.

 
 

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