Sergio Lubel

Dolor de Escamas

 

Ya estaba totalmente desmoralizado.
Un dueto de escepticismo y resignación comenzaban a cantarme “La Tieta” de Serrat versión masculina en mis oídos cuando apareció en mi vida esa chica con ojos color mar.
Al poco tiempo - como en la mejor de las novelas románticas - estaba sentado a la mesa con ella y su familia y todo eran sonrisas...Pero el dibuk nunca duerme, y mi estómago se contrajo como siempre cuando me pongo nervioso…

Me indicó discretamente donde estaba el baño y hacia allá llevé mi cuerpo, refunfuñando por esas bromas sicosomáticas de mal gusto; no era un examen después de todo, tenía que sentirme bien.
Había un aroma un tanto extraño, no podía definirlo bien pero me resultaba conocido, era como…El olor que hay en la costa del Mediterráneo al atardecer...
Me senté en el inodoro y me sentí como más pesado, instintivamente me quise levantar y no pude…Empecé a sentir miedo, un miedo que no tenía nada que hacer ahí, pero el olor a humedad se hizo mas y mas intenso, las voces de la gente en el living se hacían más distantes a cada segundo….Miré hacia las paredes – Aunque luego lamenté haberlo hecho - porque el blanco de los azulejos se estaba volviendo azul-verdoso, como si millones de hongos invadieran coordinadamente todos los puntos del baño. 
Ya no había voces, sólo un sonido de burbujas, el aire se había vuelto tan denso que casi no podía respirar; mire hacia mi entrepierna y el agua era de un azul intenso, pero al observar la superficie del agua descubrí que realmente había burbujas que parecían provenir de algún lado…No podía quitar la mirada del epicentro de aquel borboteo…El agua se fue deslizando suavemente y surgió…Un ojo….Un ojo que me observaba, un globo ocular con la pupila de un pez; yo le ordenaba a mi cuerpo moverse pero no me hacía caso, mis mandíbulas estaban selladas y esa cosa mirándome, observando mi cara desde su semi-sumergida posición…Después de unos segundos desapareció y todo volvió a la normalidad, las voces volvieron, todo se veía en orden y fue la primera vez en mi vida que di gracias por sentir el olor del desodorante de ambientes cuando – temblando – cerré la puerta del baño…

La familia me observaba mientras me acercaba a la mesa…ella fue quien rompió el silencio:
- Perdonáme, me olvidé de avisarte pero es que no te conoce y es muy curioso, no te va a molestar más…Ya sabes como son las mascotas…

 

Todos los derechos pertenecen a su autor. Ha sido publicado en e-Stories.org a solicitud de Sergio Lubel.
Publicado en e-Stories.org el 05.10.2014.

 
 

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