Sergio Lubel

Noche de calor y tormenta

Entre la semi-vigilia y el olfato sintió que la humedad y el frío se habían filtrado por su cuerpo y habían dejado su piel pegajosa como inmersa en una gelatina, así que deslizó suavemente su mano por el vientre hasta el lugar dónde debería encontrarse el final de la enagua, pero en lugar de seda encontró un objeto que tardó poco en reconocer: Una rosa…
- Que dulce este Jorge, me quedé dormida y me dejó una rosa antes de irse a trabajar.
Pero la rosa – como todas – tenía espinas y una de ellas atravesó su piel y el calor de la gota de sangre derramada que iba deslizándose por su dedo le pareció un detalle romántico…

Le costaba respirar, el aire pesado parecía presagiar una tormenta, pero no se escuchaban truenos ni sonido alguno de viento o repiqueteo de agua en los vidrios de las ventanas…
Esperaba que Jorge se hubiese llevado paraguas, por las dudas.

Entonces llegó el dolor de cuello.

La almohada – normalmente mullida – Se percibía anormalmente dura, lo que la obligó a girar hacia el otro lado, pero el giro fue demasiado violento, tanto que chocó contra una pared, una pared que no debía de estar allí si no a unos sesenta centímetros de la cama y no cayó al suelo, la pared la recibió suavemente en vez de producirle dolor alguno…
 
La curiosidad finalmente le regaló una vigilia completa.
  
Esta tormenta debe ser la del fin del mundo – pensó – y quizás con razón, porque no se veía absolutamente nada...Un pequeño miedo sugirió que estirara el brazo para alcanzar la lámpara de noche y así salir de toda duda, no encontró lámpara alguna, la mano se elevó hasta golpear algo que le devolvió un sonido hueco, golpeó dos o tres veces para asegurarse y entonces el miedo dejó el lugar a su hermano mayor el pánico; despierta ya o quizás en la peor de sus pesadillas trató de buscar algún referente en la oscuridad…

Pasaron uno, dos, tres segundos y tres nuevos visitantes aparecieron en escena: Un calor lo suficientemente intenso que le mordía todo el cuerpo, un olor agrio que le quitó toda posibilidad de respirar y un chispazo de luz fugaz, que le dejó algo muy claro: Dentro del crematorio cuando se ve la luz es el final de toda esperanza, no el principio.

 

Todos los derechos pertenecen a su autor. Ha sido publicado en e-Stories.org a solicitud de Sergio Lubel.
Publicado en e-Stories.org el 24.10.2014.

 
 

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