Vestido negro y maquillaje borrado

Era sábado. Había una fiesta de disfraces.
Él fue con sus amigos, no se sentía bien en lugares así, pero qué más da, pensó.
Había mucha gente allí, chicas, chicos, gente bailando, bebiendo, olvidando sus estúpidas vidas, por un mísero instante, algunas horas de paz, algunas horas de ser quienes quisieran ser.
Era una fiesta de disfraces, y todos se presentaron muy bien, algunos se la creyeron tanto, fueron vestidos con ropa cara, algunos se endeudaron para comprar aquellos zapatos, marrones de cuero, qué más da, pensaron.
-tu, ¿Cuál es tu disfraz?- le preguntó una chica, con vestido negro y maquillaje borrado
-yo, vine disfrazado de Frankstain-  contestó, irónico, cómo siempre.
-jaja eres el Frankstain más lindo que he visto- contestó ella con una sonrisa traviesa
-gracias- contestó el.
-¿Cómo te llamas?
-Alfredo Chinaski, ¿tu?
-Sabrina Vargas- contestó con la misma sonrisa traviesa.
Él bebió su vino y admiro la belleza de aquella chica. Encendió un cigarrillo. Le ofreció uno, ella no fumaba. Platicaron largo rato. Entonces ella se tomó el atrevimiento y lo invitó a salir, algún día, lejos de toda aquella locura, de alcohol, drogas, disfraces caros, gente estúpida.
Él, le dijo –nena no soy lo que buscas, pero qué más da, hagamos sexo ahora-.
Se fueron al baño, lo hicieron allí.
Salieron, él, encendió otro cigarrillo y fue por más vino. Ella se quedó sentada en el sofá de la sala, junto a dos chicas que se besaban mientras fumaban marihuana y bebían vodka.
Entonces el volvió, la tomo de la mano y la sacó de aquel lugar, se fueron la plaza, se sentaron y platicaron y bebieron y se besaron. Eran las 4 a.m. había silencio en la ciudad, a lo lejos alguna voz, algún motor, algo de música. Pero era temprano aún y él sabía que ya se había enamorado, de aquella chica de vestido negro y maquillaje borrado.
 
 

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