Camila Perea

Un libro particular

El sonido llegaba cada vez más intenso a mis oídos, podía sentir cómo se acrecentaba con cada tic tac del reloj. Alguien lloraba. Miré alerta para todos lados, al tiempo que agudizaba los oidos, pero estaba sola. El calor me recorría la piel y mis pulsaciones iban a doscientos por segundo. Dirigí mi mirada hacia la hoja: una gota. Mi mente despierta lo dilucidó en un instante: llueve. Sí, llueve y hay gotera. Convencida de ello me mantuve, durante unos cuantos minutos, mirando el techo del edificio para encontrar la ranura. Fue entonces cuando me percaté de la humedad que me recorría la cara y entendí- no sin cierta sorpresa- que era yo la que lloraba. Me recompuse al instante y continué mi lectura desde donde me había quedado.


Concentrándome en las letras que tenía delante, leí “llora”, y como si de una orden se tratase, me vi a mí misma, nuevamente, empapada hasta el cuello. Sabía a sal, hipeaba, gimoteaba, y al mismo tiempo, no podía entender lo que me pasaba. Cerré los ojos y aparté el libro para calmar mis ánimos. Un sentimiento de angustia se había apoderado de mí y me había arrebatado cualquier otra emoción que pudiera albergar en mi interior.

Sequé la mesa con un pañuelo, pero con mis ropas ya nada podía hacer. Lo deje estar y acerqué nuevamente el libro. Lo siguiente que leí fué: “La vida tiene un propósito… reírte de ella. Ríete!” Y unos tremendos estallidos salieron de mi boca como si hubieran estado aguantándose dentro por mucho tiempo. Retumbaban las carcajadas por toda la sala, no podía controlar los grititos histéricos que salían a raudales de mi garganta. Al cabo de unos minutos, la mueca de la cara empezaba a causarme molestias y el estómago a dolerme, así que me llevé la mano a la boca y me obligué a callar.


Estaba atravesando algo inconcebible. Difícil de creer para cualquiera a quien intentase contárselo, pues ni yo podía hacerlo. La curiosidad me instó a agarrar nuevamente el libro y leí: “y una vez terminado el ciclo, muer…” lo cerré antes de pronunciar la última letra. Me levanté trastornada, lo guardé en su estante y me aleje de la biblioteca lo más rápido que pude.

Todos los derechos pertenecen a su autor. Ha sido publicado en e-Stories.org a solicitud de Camila Perea.
Publicado en e-Stories.org el 23.02.2016.

 
 

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