Mírala, Eros, en la verde espesura,
bajo un fresco y sereno cielo de olivo,
cómo pasa cantando son terso y vivo
esplendiendo a las aves con su hermosura.
Tal así en mis espasmos se me figura...
Acéchala, tú Eros, como un furtivo
cazador en mi sueño tan sensitivo
y dirige tu flecha hacia su escultura.
Que sus labios de Armida dirán entonces,
en la tibia región de horas nemorosas,
la dulce frase eglógica del embeleso.
Y se fundirán como bermejos bronces,
o como el carmín con esas blancas rosas,
nuestras bellas almas en un dulce beso.
Todos los derechos pertenecen a su autor. Ha sido publicado en e-Stories.org a solicitud de Norberto Algarin.
Publicado en e-Stories.org el 17.04.2017.
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