Jose Lopez

Se estrechan en el corazón

SE ESTRECHAN EN EL CORAZÓNMenuda resaca tenía, todas las noches igual. La cabeza me pesaba dos toneladas y había vomitado hasta el alma antes de salir de casa. Pero había algo que era nuevo y me tenía un poco preocupado, me había quedado sordo del oído izquierdo.Ojalá no tuviera que emborracharme cada noche para poder dormir, el maldito remordimiento de conciencia...La noche anterior fue cojonuda, cerveza, whisky y mi vecina moviéndose con 1000 vatios de potencia dentro de su culo encima de la mesa de mi salón. Se llamaba Marujita y era colombiana, de sangre caliente. Os puedo asegurar que tenía el ritmo en el cuerpo. A veces se quedaba en mi casa cuando su marido trabajaba de noche. Yo no podía dormir y a ella no le gustaba dormir sola.No recuerdo ni una palabra de todo lo que me dijo esa noche pero nunca olvidaré el contoneo de su culo borracho poniéndomela dura con el puto reguetón de fondo. Fue la única persona que consiguió poner reguetón en mi casa y no salió a patadas por el balcón.Iba de camino al supermercado empujando el carro de la compra con mi mano izquierda, mientras mantenía la derecha embutida en el bolsillo para poder rascarme las pelotas cuando se me antojaba. Los rayos de luz eran como cuchillos de fuego que me quemaban los ojos, pero al abrirlos levemente me iban mostrando que había suelo bajo mis pies, cuando conseguía abrirlos de vez en cuando, muy de vez en cuando.Las aceras estrechas y extremadamente inclinadas tampoco ayudaban a mi frágil habilidad para mantener el equilibrio.Iba todo lo despacio que mi baja vitalidad me permitía, simplemente un paso seguía al otro por inercia.Vomité otra vez antes de entrar en el supermercado. Al levantar la mirada del suelo vi que Arturo, el vagabundo que había siempre pidiendo en la puerta, me miraba de reojo con la serenidad del que ha pasado por ! lo mismo una y otra vez. Había trabajado toda su vida en la construcción hasta que con 57 años la crisis económica y el vodka lo habían prejubilado. Sabes que has tocado fondo cuando Arturo te mira con cara de pena.Conseguí llegar a la sección de frutería esquivando la mirada de la gente para que no me contagiasen el semblante de resignación de los esclavos. Con esas caras que te hacen preguntarte qué es peor, el hambre o la soledad. Deseé no encontrarme con nadie conocido, la idea de tener que mantener una conversación en ese momento me daba pánico. En general esquivo a la gente conocida, excepto si tienen dos grandes tetas y un buen culo.En la sección de frutería cogí unos cuantos plátanos, los metí en una bolsa de plástico, los pesé y los metí en el carro de la compra. Lo mismo hice con los limones y las manzanas.A pesar de mi sordera, y justo antes de desmayarme sobre las cebollas y la patatas, empecé a escuchar una melodía que me resultaba familiar. Es curioso que hasta que no te llama la atención una canción no te das cuenta de que hay música de fondo.Si, era él. Inconfundible. Era Quique González con la canción Se estrechan en el corazón. Por fin algo tenía vida entre tantas caras de zombis que andaban a mi alrededor comprando basura procesada para rellenar sus estómagos.Se estrechan en el corazón, te llevan de cabeza y yo no sé ni dónde estoy hoy. ¿Qué Pasó?, ¿Qué pasó?Una canción puede elevarte al séptimo cielo o hacerte caer al más abrasador de los infiernos. En este caso sentí la sensación del abrazo de un amigo que hace años que no ves, y piensas en los abrazos que te has perdido por no haberlo tenido cerca. Un calor humano que hacía mucho que no sentía.Se estrell! an en la preocupación, se incendian en la hierba y tú no puedes verlo mi amor sin dolor, sin dolor.Con esa tristeza contenida disfrazada de esperanza del que se siente mejor siendo un perdedor.Con esa voz que te susurra disparándote a la cara lo que ningún amigo íntimo se atreve a decirte.Se estrechan en el corazón.Se estrechan en el corazón.Se muestran en la exposición, se funden en la piedra. Son como tú dices que son, un motor, un motor.Pillé un par de veces a la empleada del supermercado mirándome. Llevaba unas gafas de pasta grandes, como las secretarias de las películas porno. El pelo rizado y pelirrojo y también unas buenas tetas. Tiraba más bien a rellenita, lo que hacía que me pusiera más cachondo todavía.Te llevan a la perdición. Se pasan en la mezcla y sólo escuchas voces en off, sin pasión, sin pasión.Al pasar por delante suya hacia la sección del pan intenté no mirarla haciéndome el duro. Cogí unas rosquilletas asegurándome de que no estuviesen rotas. Tengo la manía de no comprar coches estropeados ni rosquilletas partidas por la mitad.Al volver la tuve de espaldas y pude examinarla con más tranquilidad.  Por detrás era mucho mejor de lo que pensaba. Tenía un culo prieto y bien recogido. Hay culos que hacen que se congele el tiempo y desde luego que ese era uno de ellos.Se estrechan en el corazón.Se estrechan en el corazón.Vuelan cuando se nos rompe la emoción, vuelan. Queman cuando nos entregan el balón, queman, queman.Me imaginé bajándole los pantalones y las bragas y empotrándola contra las cajas del palé. Metiéndosela una y otra vez al estilo salvaje mientras los zombis pasaban a nuestro alrededor diciendo: - Joder, este cabrón si que sabe disfrutar de los placeres terrenales. Un puto vividor, si señor. Yo qu! iero un póster suyo en mi habitación-. Y mientras, losdemás se pararían a aplaudir la faena y a hacerme la ola.La verdad es que hubiese sido un polvo mítico. De los que hacen que valga la pena levantarse por las putas mañanas, aún con la resaca del infierno machacándote la cabeza.Pero luego pensé en la policía intentando desengancharme la polla de la pelirroja. Sonreí al pensar que harían falta por lo menos tres tipos grandes y fuertes si me pillan a mitad de faena. O los antidisturbios, qué cojones...Además, mi madre también compra en este supermercado. Me imagino a la cajera llevándosela al día siguiente a un rincón apartado y susurrándole al oído: -Ayer la policía se tuvo que llevar a su hijo Henry esposado por habérsela clavado a la Pili por detrás-. Menuda vergüenza iba a pasar la pobre mujer, con los disgustos que le había dado ya. Seguro que no podría volver por allí. Una auténtica putada, sobretodo porque nos habíamos sacado la tarjeta por puntos del supermercado y no nos hubiesen dado aquella maldita batidora de regalo. La tercera vez que la utilizamos se estropeó y se quedó años metida en un armario cogiendo polvo esperando a que alguien la arreglase. Hasta que un día me cansé y se la vendí a mi mejor amigo por 50 euros...sin arreglar claro...Hay polvos y canciones que aparecen en el momento justo para evitar un suicidio. Justo cuando tienes el dedo en el gatillo y el cañón metido en la boca.  Cogí otra botella de whisky para esa noche y arrastré mis pies hacia  la caja tarareando la canción de Quique. Se había clavado en mi cerebro y parecía que no pensaba largarse en una buena temporada.Se estrechan en el corazón.Se estrechan en el corazón.Ojalá el marido de Marujita trabaje esta noc! he...

Todos los derechos pertenecen a su autor. Ha sido publicado en e-Stories.org a solicitud de Jose Lopez.
Publicado en e-Stories.org el 29.05.2017.

 
 

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