Aranzazu Sainz Diaz

DIEZ AÑOS

Se acordaba de el. Casi todos los días. Aunque lo consideraba natural, no lo comentaba con nadie. Quizá porque reconocerlo en voz alta supondría que no eran solo recuerdos, significaría que no le había olvidado.
 
Sin embargo, le gustaba iniciar cada mañana el eterno ritual…la hora de recordar, el tiempo que se dedicaba a sí misma, que le dedicaba a él, al pasado.
Nunca había tratado de evitarlo, se había convencido de que aquello era normal y de alguna forma también lo consideraba justo. Justo porque después de todo, sería muy cruel por su parte olvidar…Todo habría sido en vano, y quizá era esa sensación la que mas le asustaba.
Temía mucho más darse cuenta de que todo aquel tiempo había sido inútil, que podía olvidar todo sin más, que el hecho de ser incapaz de olvidar…De condenarse eternamente a el. De no ser capaz de volver a empezar, de pasar página…al menos no esa página de su vida.
Recordaba perfectamente el día que el se marchó, aunque ya no tenía tan claro porque ocurrió.
 Lo que si recordaba perfectamente era el momento en que el apareció en la escalera, con una frialdad absoluta anunciando que se marchaba. Ella nunca creyó que fuera capaz.
Se quedo callada, inmóvil, sentada en el sofá mirando fijamente la televisión sin ver nada, y tratando de evitar que el nudo de la garganta se desatara en llanto .El volvió a bajar. Ella escuchaba como el se esforzaba en hacer ruido al abrir y cerrar los armarios, lo cajones, la cremallera de la maleta. Aún así ella seguía sin creer que se marcharía.
De repente sintió un impulso, e invadida por la rabia, el temor, la impotencia y la desesperación , bajó las escaleras. Le encontró en el dormitorio, doblando un polo amarillo .Ella trato de hablarle. Le dijo que eso no era lo que ella quería. Que solo había intentado transmitirle sus sentimientos, que la entendiera, que pudieran de una vez por todas poner fin a todo aquello y empezar de cero.
Pero el ni la quería escuchar, le contesto con una sonrisa irónica. Ella volvió a subir, tratando de controlar la rabia que cada vez ardía más en su interior.
Volvió a sentarse en el sofá. Las lágrimas vencieron a su voluntad y lloró. En ese momento comenzó a creer que se marcharía.
Bajó de nuevo y encontró la lista. En un principio la había escrito para ella misma, para desahogarse, ordenar las ideas, analizar que había ocurrido esta vez. Y pensó que podría ser una buena idea que el la leyese. Y la leyó, justo 8 minutos antes de aparecer en la escalera.
Estaba hecha pedazos sobre la cama .Ella se indignó y preguntó que si eso era lo que valían sus sentimientos. El contesto que eso era lo que valían sus sentimientos y todo lo demás.
En ese momento ella deseó con todas sus fuerzas que se marchara. Sintió  que se desbocaba. Le amenazó con que jamás conocería el bebé que se refugiaba asustado en su vientre. Volvió a subir y a bajar. El parecía indiferente y decido….
Y así se fue. Quiso darle un beso en la mejilla, y ella indignada se apartó. Le llamó cobarde, y el a ella fracasada. Cerró la puerta y ella volvió a llorar.

 
Desde entonces, el escribió una historia, y ella comenzó a escribir otra. Las dos absolutamente diferentes. Una llena de orgullo, y otra llena de rabia.
Rabia, miedo y desesperación, que más tarde se traducirían en una fuerza sorprendente y después en calma. Como cuando todo acaba.

Todos los derechos pertenecen a su autor. Ha sido publicado en e-Stories.org a solicitud de Aranzazu Sainz Diaz.
Publicado en e-Stories.org el 18.06.2006.

 
 

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