No creas, padre amigo,
que porque me fui,
me encuentro mejor
ahora que antes.
Yo siento que ahora
me sobra camino
pero me anda faltando
volver y abrazarte.
Si al abrir tu carta,
a sus hojas lisas
les puso renglones
mi lánguida frente
y emotivo advierto
que al final de ella,
el tiempo subraya
con el trazo tenue
tuyo de una cana:
“¿Qué esperás muchacho?
¡Volvete, volvete!”
No creas, padre amigo,
que hallé en la distancia
mejores afectos,
nobleza y amor.
Eso he carecido
tras mi despedida
del pago querido
que fue de los dos.
Pero siento, padre,
que me voy volviendo
cada noche un poco…
Trémula en fulgor
veo la lucesita
allá en el repecho
como estrella viva
de paterno amor.
Y ladra tu perro
coreado de grillos
guiando baqueano
mi torpe emoción
y es para mi anhelo
ciego de fracaso,
como un lazarillo
de la redención.
Si al abrir tu carta,
a sus hojas lisas
les puso renglones
mi lánguida frente
y emotivo advierto
que al final de ella,
el tiempo subraya
con el trazo tenue
tuyo de una cana:
“¿Qué esperás muchacho?
¡Volvete, volvete!”
Todos los derechos pertenecen a su autor. Ha sido publicado en e-Stories.org a solicitud de José Luis Remualdi.
Publicado en e-Stories.org el 02.03.2019.
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