... doblega, somete y acostumbra la tristeza o dolor general, el sufrimiento,
pues llega y llama la alegría y la estoy recibiendo con los dientes y los labios temblando,
como si de pronto el cuerpo extrañara, como si la costumbre de angustia
hubiese obviado para siempre la irrupción de cosas o sucesos hermosos;
... es así que la alegría casi duele, puesto que se aprieta con furia al pecho para hacerse sentir,
para ser reconocida y asumida, y, de esta forma, pronunciarse;
... y son, son tan pocas las gotas de rocío vivo que van apareciendo en la aridez que soy,
que las cojo y pongo por las grietas del ser cuidadosamente, no para que crezcan, no,
sino para que no mueran;
... todo parece revertir a este instante en que me quedo quieto, muy quieto y escuchándome,
como si el leve resplandor que tengo estuviera en peligro, y, con rapidez,
contra un mar taimado de oscuridad inaudita,
tuviera que ordenar las fuerzas para creerlo en mí
y amarlo, luego, frente al terror o espanto de la sangre y defenderlo.
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Antonio Justel Rodriguez
https://www.oriondepanthoseas.com
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Todos los derechos pertenecen a su autor. Ha sido publicado en e-Stories.org a solicitud de Antonio Justel Rodriguez.
Publicado en e-Stories.org el 29.09.2021.
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