Se levantó para ir al trabajo. Yo la observaba, sigilosamente, como todos los días. Llevaba sólo una semana en casa, junto a ella, pero parecía toda una eternidad. Me trataba bien haciendo realidad mis caprichos, y argucias. Le gustaba tomar el sol en la terraza y escuchar música, cargándome entre sus piernas. Ese día tomó una ducha rápida, era hermosa demasiado bella…que belleza y atractivo…!!!.-, con esos húmedos cabellos, que sólo se comparaban con el más preciado de los metales. Su empapado cuerpo me recordaba los países del norte del viejo continente, que corría por su sangre, como el más gélido de los ríos, desde donde arribé, luego después de un extenuador viaje…
Un rápido desayuno, anunciaba su despedida…al tomar las llaves del auto, sobre la mesa, con una leve caricia se despidió. Sintiendo mí dorso la suave sensación de sus adictivas manos. Yo resignado a la espera, volví a la soledad de la tarde, donde yo era amo y señor de un castillo, en el cual la reina volvería sólo al atardecer…
Siempre me llamó la atención esa mirada de exquisitos, inconmensurables e hipnóticos ojos turquesa, como si tuviesen un poder que yo conocía y poseía, en realidad ella se parecía a mí…su mirada me provocaba un tórrido placer, sentado en el diván junto a ella, analizaba mis movimientos como si aun estuviese en su trabajo…
Paul Ritz Danckovic.-
Todos los derechos pertenecen a su autor. Ha sido publicado en e-Stories.org a solicitud de Paul Ritz Danckovic.
Publicado en e-Stories.org el 15.08.2006.
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