Ahí quedan las palabras.
En su vacío.
El hueco que quedó cuando no fueron dichas
o no fueron recibidas
en su momento.
En su límite de silencio,
en su oscuridad anónima.
Letras sin sentido que tuvieron su tiempo
y quedaron abandonadas
olvidadas
carentes de autoridad y de sentido.
Aquí o por ahí quedan las palabras.
Sílabas de oro, de risas, de lamentos.
Sustento de situaciones no concebidas
ni nacidas ni sumergidas en las circunstancias
de abismos idealizados
en un foso de tormentos.
Ahí quedaron por fin los sentimientos.
No nombrados.
Colocados en poliedros convocados por el viento.
Petrificados en margaritas oscuras
en rosas de pergamino
en azules pensamientos.
Ahí queda todo.
Sepultado bajo cruces de conocimiento ateo.
Sin seres que alimentaran su confianza entre ellos.
Sin púlpito de cofrades.
Sin sacerdotes.
Sin cuerpos.
La nada se hace vestal para quemar todo aquello
que recogió alguna trama
que olvidé en algún momento.
Que ni recuerdo.
Ahí queda todo.
El nicho, que se haga cargo de enviarlo al pudridero.
Que lo olviden y me olviden.
No cargaré con desechos.
(c) María Teresa Aláez García. Mayte Aláez. Pernelle.
Todos los derechos pertenecen a su autor. Ha sido publicado en e-Stories.org a solicitud de Maria Teresa Aláez García.
Publicado en e-Stories.org el 09.02.2009.
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