Maria Teresa Aláez García

¿Qué piensa un militar?

Se supone que si uno se hace militar - sea policía, sea soldado, sea funcionario del ejército, lo sea del ministerio del interior, etc... ya sabe a lo que va. A detener delincuentes o asesinos, a defender a la patria si hay algún ataque del exterior. A matar, a asesinar.

Desde el mundo militar, la respuesta siempre es la misma. Honor, patria, rey. No varía. Disciplina y orden.

Y si es otra, es desde fuera del ejército. Personas que han salido con un informe poco favorecedor o han acabado su contrato y no han renovado, etc..

¿Han leído la noticia del soldado inglés que ha sido acusado de deserción por huir de Afganistán y pedir que se retiren las tropas del país?

Acusado de deserción. Si un soldado manifiesta su adversidad hacia algo que tiene que ver con el mundo militar, se le acusa y se le degrada y se le manda afuera.

No dejamos de colocar estos parámetros militares en otros estamentos, en otros círculos. Los de la educación, la música, el arte. Seguimos guerreando, compitiendo, peleando sin parar. Seguimos sin doblegar esa primitiva naturaleza.

Y las familias de los militares, callan. A fin de cuentas viven de ese sueldo y de ese mundo. Pocas serán las mujeres, pocos los hijos que hablen realmente de lo que ocurre en ese mundo tan rígido y tan cerrado.

Pero nada es lo que parece. Nada de nada.

En primer lugar, deberíamos de quitarnos de la cabeza ese sentido de la "consecuencia": uno es soldado. Si es soldado, le gusta matar. Si le gusta matar, le gusta la guerra. Si le gusta la guerra, le gusta competir. Y nada se sale de ahí.

En un principio se veía mal la homosexualidad en el ejército y ahora se acepta. Era algo que para el que ve desde afuera o desde ese mundo de "machos" los aspectos de los militares, no tenía razón de ser. Sí, si la tiene, claro que la tiene.

Porque olvidamos que debajo de los cascos y dentro de los uniformes, hay personas y no robots.

Que sienten, que padecen y que enloquecen. Aman y odian como cualquier otro ser humano.

En muchas películas se ha reflejado este otro aspecto militar que se empeñan en esconder y que es tan real como el que nos presentan.

Cuando vemos las noticias sobre las víctimas de cualquier guerra, pensamos en que no deberían de haber ido ahí. Culpamos a los altos mandos por no haberse rebelado al enviar a los jóvenes, sobre todo si han sido reclutados a la fuerza. Cuando en realidad la culpa la tienen los dirigentes, los políticos que no acuden a la guerra más que a mirar y protegidos por un montón de soldados y policías.

Qué tiempos aquellos – no los mejores, naturalmente, - en que el rey o el conde o el duque eran elegidos por ser el que iba a la cabeza del ejército y se le adoraba o se le idolatraba por ser el más alto, más fuerte o más valiente. En pocas ocasiones -aunque a todos se les colocaba la característica porque hacía bonito – eran los más sabios. Pero hasta los sabios gobernaban y tenían que hacer la guerra. Eran tiempos de analfabetismo, de falta de comprensión general, de no tener modelos políticos suficientes a seguir, de monopolio religioso y militar. No habían cambiado mucho desde la prehistoria donde un grupo elegía a un miembro que les defendiera del robo y del asesinato a manos de otros grupos hambrientos, normalmente con derramamiento de sangre y con poca diplomacia y diálogo.

Como en muchas guerras se ganaba porque se mataba al susodicho rey o conde o lo que fuera y eliminada la cabeza, eliminado el ejército y tomada la posición, entonces se prefirió dejar al cabeza y a los demás cabecillas, esto es, lo que hoy llamamos mandos, a la retaguardia para que planifiquen la estrategia y vayan los de menor graduación a perder la vida. Después se subió al grado de carrera universitaria la oficialidad del ejército y así seguían salvando sus vidas.

Y, por supuesto, el puesto se hace subliminalmente hereditario y el acoso o bullying se aplica para que quienes son más fuertes no abandonen la carrera y quienes son más débiles se marchen. Oficialmente no es hereditario: todos han de estudiar y pasar sus exámenes y pruebas.

Las cosas han cambiado pero solo para una parte del planeta. Es un atraso que haya unos países que estén descubriendo planetas fuera del sistema solar mientras que en otros aún se esté viviendo en el neolítico. Está claro que esos pueblos más atrasados han de ir paulatinamente progresando pero eso, paulatinamente y ellos solos, no a golpe de asesinato y de codicia, de violación de todo tipo de cuerpos y de derechos y de robo. El hecho de permitir que estos pueblos se mueran de hambre mientras en otros tiran la comida porque sobra, manifiesta que por mucho que estudiemos, la cultura aún no ha llegado a nuestros cerebros porque no somos capaces de ayudar a avanzar a esos pueblos y de hacerles subsistir con sus propios recursos... porque los demás países se los roban o robamos. Como en el paleolítico.

Ÿ si creemos que somos más listos por tener una carrera o saber leer o escribir, es mentira. Se nos mantiene informados de lo que los políticos o los que tienen más poder o dinero quieren que se nos mantenga informados o entretenidos para que no descubramos sus juegos sucios, con nosotros y con los demás. Si callamos y seguimos estando aborregados significa que estamos inmersos en la sociedad. Si hablamos seremos unos rebeldes y dentro de poco estaremos ajusticiados. Nos tienen sorbido el seso gracias a la televisión, a los medios de comunicación, a la publicidad. La misma educación está manipulada.

Y, entonces... ¿Para qué el ejército? Pues para poder contener a la masa. Además en los principios recopilaba a todos los elementos humanos ansiosos de violencia, de ganas de acabar con el género humano y con ganas de mantener sus deseos adolescentes de competitividad reconocidos de por vida.

Pero ahora, como he dicho, ha cambiado todo. En el mundo occidental se entiende que la guerra no tiene sentido. No ocurre lo mismo en el segundo mundo y en el tercer mundo – qué vergüenza decir esto, todos los mundos son uno mal que nos pese – donde siguen habiendo conflictos por cuestiones étnicas, por cuestiones económicas – sobre todo – por cuestiones religiosas y por cuestiones culturales. Pero lo peor es que el primer mundo los ande violentando para poder robarles sin que se enteren y cuando les ha saciado las minas, las ha agotado como las lagunas, todos sus recursos, entonces manda acabar la guerra. Y esa gente se encuentra comprando el mismo material que han sacado de su propia tierra a precio de oro, muertos de hambre, Sin poder tener un futuro o una familia so pena que se hayan vendido a los occidentales por oro, por sexo o algo así.

Y mientras tanto los políticos del mundo occidental, los empresarios, los ricos, se aprovechan de ellos, de sus carnes, de sus pequeñas riquezas, de sus sentimientos, violando a sus hijos, asesinándolos en juegos que su mente mezquina y sociópata carbura, en odiseas irrealizables, asesinan sin piedad por gusto.

Y los militares ven todo esto. Pero están a las órdenes. Bien, muchos saben que envían números a guerrear en sitios donde no les corresponde estar. Es un ejército para defender, no para atacar, no para violentar, no para asesinar a sangre fría a inocentes y que ven cada dia barbaridades injustas.

Muchos de los que entran en el ejército lo hacen porque tienen un sueldo fijo y un trabajo estable. Viviendo en el mundo occidental lo que menos entienden es que vayan a vivir una guerra o que a ellos no les va a tocar. No creen que sus políticos vayan a enviarles a tierra de nadie para asesinar a quienes no les hicieron nada.

Ah, pero siguen mandando el dinero, la obsesión, el egoísmo y el vicio. Y es necesario mantener calladas a las masas borregueras incultas de países de donde no sabemos ni su ubicación. Asi que el mundo occidental se erige en mandatario, en justiciero y envia a esos soldados que intentan cumplir su cometido, solamente, defendiéndose porque no pueden atacar so pena que tengan órdenes o que les hagan algo. Y los oriundos del país ven llegar a extranjeros que vienen de donde ignoran ellos el nombre, a decirles en su tierra lo que han de hacer de modo injusto.

Las familias callan. De ambos contendientes. las familias saben que algunos no volverán a sus casas. No les gusta pero la sociedad es así y de algo se ha de vivir y se engañan con la falacia famosa del ‘Dios, patria, rey’.

Lo cierto es que la milicia es útil porque hacen una labor que nosotros no podríamos o que necesitaríamos mucho valor para ejercer: defendernos de la pasión violenta y egocéntrica de los ignorantes. Porque si ellos no están aquí, a saber qué harían con nosotros.

Ojalá eliminaran el ejército y veríamos cómo nos la arreglábamos cuando a otros vecinos menos civilizados que nosotros se les ocurriera venir a "ajusticiarnos" en nombre... a saber de qué.

Qué cómodo es decir: "Es que ahora es muy difícil cambiar el modo de pensar del mundo". Como todas las cosas, sólo hay que quererlo y comenzar a hacerlo. El problema, claro, sería ver dónde metemos entonces a los psicópatas y a los sociópatas que hay dentro del ejército. Aunque creo que ya no se admiten a semejantes elementos porque causaban estragos en la población civil.

A todos, a todos sin excepción haría falta que nos hicieran un buen test psicológico y emocional cada año. Después, tener unos padres responsables que en  lugar de pensar sólo en sí mismos y en lo que ganan y pierden y en tener mucho dinero, pensaran en amar a sus hijos, al mundo en el que los dejan y  a sus semejantes para enseñarles a encauzar los malos instintos de modo creativo y potenciar los buenos.  Unos políticos que miraran por el bien común en lugar de mirar por el dinero que van a ganar y por la jubilación que van a tener además de por los vicios que puedan saciar y unas personas que alimentaran sinceramente la espiritualidad sin culpabilizar y orientando los sentimientos hacia algo positivo y maduro.

 

Todos los derechos pertenecen a su autor. Ha sido publicado en e-Stories.org a solicitud de Maria Teresa Aláez García.
Publicado en e-Stories.org el 19.10.2009.

 
 

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