Susurros del verano
Corre la brisa del mes de septiembre, veraniega, fina. Con ese tacto que
penetra en los oídos. Sentada, la arena recorre mis pies, dibujando pequeñas
montañas; cosquilleos inútiles. El sol, que tras largas horas con su
presencia se esconde por entre las montañas, deja verse sin necesidad de un
guiño. Broncea, calienta, abrillanta las olas del pesado y hambriento mar
que va comiendo lo que queda de arena, de espuma, de huellas de los que una
vez pisaron tierra enemiga.
Y, a lo lejos, escondido entre la multitud de árboles y plantas, el faro.
Ayudante, iluminador, inmortal. Alto, blanquecino, desgastado pero sujeto.
Que no perdona, ni engaña. Que avisa del temor de las rocas, de las fuertes
piedras aliadas del mar. Noche tras noche, con esa luz que ni la luna
emerge, ilumina las aguas; perfecta envidia del sol. Verano incomprendido,
lleno de sorpresas imposibles, de rayos de luz inigualables y mares de agua
salada. Tiempo de amores olvidadizos, de tierras desconocidas, de un
conjunto de aires, olores y colores; que muestran y susurran palabras de
aquellos meses que habitan el verano.
Todos los derechos pertenecen a su autor. Ha sido publicado en e-Stories.org a solicitud de Esther Sánchez.
Publicado en e-Stories.org el 27.09.2010.
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