Stephanie Kasper

¡Eclipse!

                                                    
            El sol. Sencillamente es una estrella mediana… o… posiblemente,  ¿es un dios? Por toda la historia humana el sol ha tenido importancia. También en el mundo de la naturaleza las plantas así como los animales han regulado sus vidas según los ciclos solares.
            Decidí ver el gran eclipse solar de 1991 en un lugar muy rico en cultura. Por eso fui por avión a Oaxaca, México. Hacía cinco años que había estado en Oaxaca, una de las ciudades más bonitas del país. Llegué a Oaxaca unos días antes del evento esperado. En el antiguo centro de la ciudad, veía a la gente que había venido desde otras partes del mundo para experimentar este eclipse. Habían venido los astrónomos y los astrólogos, los religiosos y los mojigatos, los curiosos y los extraños. Observaba a un ejército de fotógrafos llevando sus cámaras, trípodes,  lentes y filtros… todo lo que necesitarían  para recordar el eclipse. Los científicos habían dicho que la fase de totalidad del eclipse durara cerca de siete minutos… una duración muy larga.
            El 11 de julio de 1991 me levanté temprano para viajar en autobús. Subimos la montaña hasta parar a la entrada de la famosa ruina zapoteca… Monte Albán. Desde aquel sitio tan misterioso iba a admirar el eclipse y gozar de las ceremonias y programas. Compré un par de lentes especiales, hechos para mirar el sol sin hacer daño a los ojos. Empecé a caminar por Monte Albán, buscando el mejor lugar desde el cual pudiera ver todo. Veía a los fotógrafos cuando me di cuenta de algo un poco raro. Mientras que casi todos los fotógrafos dirigían sus cámaras hacia el sol, había uno que apuntaba su lente por otra dirección. Lo miraba a él y podía averiguar que él estaba sacando fotos de los espectadores. En particular, sacaba fotos de una mujer que quedaba a una distancia de la multitud de espectadores.
            Por fin el eclipse comenzó. Sentía un cambio en el aire. Poco a poco la luna marchaba através de la cara del sol. Los pájaros se callaron, la gente se calló. Durante la fase de totalidad era como si no respiráramos. Tuve la suerte de ver el hermoso efecto que se llama “el anillo diamante.”  Miré la sombra de la luna pasar por el valle bajo de Monte Albán. La experiencia era inolvidable y emocionante. Después, regresé a Oaxaca. La misma noche me senté en la plaza para tomar un refresco y pensar en lo que había visto durante el día.
           Apareció el fotógrafo, y yo no pude resistir a preguntarle < Señor, por favor, podría contarme algo de lo que usted estaba haciendo hoy. Confieso que lo miraba a usted y noté cómo sacaba fotos de una mujer en Monte Albán. ¿Por qué?>
           Me contestó <Sí, sabía que usted me miraba. Me gustaría decirle que pasó. Aquella mujer me parecía un poco diferente y por eso decidí seguirla para averiguar qué haría ella. Saqué mis fotos y luego hablé con ella. Hablo directo, como usted, y la pregunté cuáles habían sido sus intenciones allí.>
            <Y ¿Qué?,> dije yo.
            El fotógrafo me respondió < La mujer y su esposo habían planeado las vacaciones. Iban a pasarlas en Oaxaca para ver el eclipse. Además, Oaxaca era en donde la pareja había pasado su luna de miel, y los dos querían celebrar su aniversario en un lugar en el cual habían tenido tanta alegría.  Pero esta mujer llegó sola. Es viuda. Su marido murió hace dos meses. De todos modos, ella decidió hacer el viaje. Trajo las cenizas de su marido a Monte Albán y las dispersó durante el eclipse. Es decir, una porción de las cenizas. Me contó que ella iba a viajar por muchas partes del mundo, a los lugares que tenían importancia en su matrimonio, para dispersar las cenizas. Había dejado instrucciones a sus hijos que hicieran lo mismo con sus cenizas cuando moriría.>
            ¡Qué día tan emocionante para mí! Había visto un eclipse solar, probablemente la única vez que pudiera ver tal cosa en mi vida. Y aún más, había oído la historia de aquella mujer tan resuelta. Su historia me dio mucho en qué pensar durante el vuelo de regreso a mi hogar.

Todos los derechos pertenecen a su autor. Ha sido publicado en e-Stories.org a solicitud de Stephanie Kasper.
Publicado en e-Stories.org el 11.01.2011.

 
 

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