Eduardo Martinez

Gajes Del Oficio

Alfredo subio a su ecotaxi. Encendio el radio y enfilo hacia el centro de la ciudad.  La musica tropical era un gusto adquirido con los años de manejar su taxi.  Lo suyo era el Rock, pero mas de una vez algun cliente quisquilloso le reclamo la musica que llevaba, con el tiempo busco evitar llamadas de atencion sintonizando estaciones mas populares.  Era ya noche y su esposa y su hija no lo esperarian para dormir, ya habia cenado con ellas y por hoy era suficiente.  La noche era su territorio, como un vampiro motorizado buscaba a sus victimas en cruceros del centro de la ciudad.  Los subia su vehiculo y trataba de exprimirles cuanta sangre podia.  Su estado de animo era propicio, tenia deseos de un churro de mota pero no iba a buscarlo, se conformaba, por el momento, con la perspectiva de terminar asi la noche.  Se sentia despierto y alerta.  Levanto en un crucero a una pareja, los llevo a una colonia cerca del centro y se alegro de que esa carrera le significo la gasolina de la noche, todo lo que viniera extra era ganancia.
Asi circulo durante un rato, levantando pasaje, gente apurada por llegar a su destino, temerosa de la reaccion de la esposa, de lo que encontraria la doblar la esquina, de llegar tarde a la cita, etcetera.  La mayoria trasnochadores con un sentimiento de culpa que les inhibiria el regateo, o borrachos que en el mejor de los casos se quedarian dormidos permitiendole arrullarlos dandoles un largo paseo. Para eso era guapo.
En el cruce de Juarez y Reforma levanto a tres jovenes, dos hombres y una mujer.  Los jovenes mantenian una conversacion amena, hablando de lo que habia ocurrido aquella noche y de lo por venir.  La chica se mantenia callada sentada entre los dos.  Las risas subieron de tono asi como las bromas.  Subitamente uno de los jovenes le planto un beso a la chica, un beso frances largo y sensual. El otro joven observaba atento, pero pronto metio la mano por debajo de la blusa de ella.  Compartidos los chavos.  Noto que sus pantalones se hinchaban y deseo detenerse y formar parte del grupo.  Decidio continuar asi, no queria problemas.  La escena por el retrovisor subia de tono asi que opto por moverlo hacia abajo para tener un punto de vista mas apropiado.  Las manos de los dos jovenes estaban ahora bajo la falda de la chica y maniobraban  de una forma precisa y concertada, como dos malabaristas de circo. Por fin la falda se levanto hasta la cintura de la chica, quien compartia labios y caricias con ambos.  Lo que vio en seguida no le sorprendio pero si le causo decepcion.  La chica no era ella sino el.  “Pa´ eso me gustaban”, penso.  Carraspeo fuerte pero los tres chicos no se dieron por aludidos.  Pregunto directamente “¿Hasta donde, chavos?”.  Uno de ellos volteo al frente  e indico que a la colonia Terminal.  “Sigue con esas mañas y vas a acabar como de enfermo Terminal con SIDA”, penso con buen humor.  Llego al destino y descendieron, uno de los jovenes le pago y le dejo una buena propina.  Despues de todo, valio la pena el viaje, recapacito.
Alfredo se dirigio de nuevo al centro.  Tomo Luis Mora y dio vuelta en Alfonso Reyes, en Cerveceria, hasta que esta calle se convirtio en Pino Suarez.  Continuo recto hasta Humboldt y decidio voltear hacia el oriente para tomar Cuauhtemoc hacia el norte.  La avenida estaba vacia.  Un martes de mediados de quincena no era el mejor dia para trabajar, pero bien podria regresar a casa con algo en la bolsa.  Los semaforos sincronizados le permitian avanzar a buena velocidad.  Pensaba en regresarse por Carlos Salazar para retomar Cuauhtemoc y subir hasta la colonia Independencia y  hacerse de algo de hierbita vaciladora. Al cruzar Treviño noto una figura cruzando la avenida mientras el semaforo permanecia en verde.  No disminuyo la velocidad por que penso que quien estuviera cruzando podia facilmente llegar a la division de la calle, donde estaria seguro.  Justo antes de llegar a la division, el transeunte se devolvio para ganara la banqueta de nuevo, su andar era erratico, de seguro estaba borracho.  Antes de llegar a la banqueta, se volvio y se atraveso justo cuando Alfredo pasaba por ahi.  Alfredo escucho un golpe y vio un cuerpo volar por sobre el capacete.  Por el retrovisor vio a un cuerpo rodar desmadejado por la avenida.  Freno y se echo de reversa. Paso sobre el cuerpo inerme y se volvio a detener.  Volvio a pasar sobre el cuerpo mientras escuchaba chasquidos de huesos rotos y el carro brincaba como al pasar sobre una boyas.  Esta vez ya no se detuvo. Solo penso:  “Chin, salen mas baratos muertos que lisiados”.

Todos los derechos pertenecen a su autor. Ha sido publicado en e-Stories.org a solicitud de Eduardo Martinez.
Publicado en e-Stories.org el 23.02.2011.

 
 

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