Luis Manuel Gomis Quinto

Ilduara Porua, Caminante de Caminos. Capítulo 6

El Lamento de los Caídos


-Dora, hija de Sedala y Porlo, hermana de Jaston. Perseo, esposo de Aranzuna, padre de Jonás, Rebeca y Conrad. Dante, esposo de...

Los nombres de los difuntos se recitaban uno a uno, así cómo los de sus familiares que con pesar recibirían la noticia en sus respectivos hogares, tal vez en esos mismos momentos, para ayudarles. Ayudar a los fallecidos a hacer saber a Kélemvor, dios guía y juez de los difuntos, de su llegada al reino, y ayudar a los familiares, a soportar la pena y aprender a velar por los que les abandonaron aquella noche en la Máscara de Adularia.
Más de la quincena de víctimas inocentes, tanto clientes como trabajadores y otros tantos asaltantes derrotados. El Lamento por los Caídos se estaba llevando a cabo, los cantos graves de los sacerdotes kelemvoritas resonaban en todo el salón que hoy se vestía de luto, en una lúgubre atmósfera de pena e impotencia. Los bastones de fresno de los religiosos golpeaban una y otra vez contra el suelo, haciendo la llamada al Juez de los Condenados.


-Cuatro... Cuatro de mis Damas...

Entre susurros, la Dama de las Máscaras, trataba de ser consciente de lo que había pasado en su local. A sus lados, Ágata y Leire acompañaban en el fúnebre rito por todos los que habían perdido su vida, así cómo todos los empleados de la Máscara y algún que otro cliente habitual.

-Ha venido Mario Cenetto. Él era uno de los más asiduos de Beathe... Pobre chica...

Comentaba Leire, quien se mantenía solemne, erguida como el resto de sus compañeras, todas postradas observando el rito de los sacerdotes. Las lágrimas no podían perder lugar en este adiós, pero aún así todas las damas portaban sus máscaras de la Piedra Luna.

-Fue una suerte que estos sacerdotes estuvieran en la ciudad... Así al menos los fallecidos podrán encontrar el principio de su Último Camino...

Ilduara no había pronunciado palabra desde hacía un buen rato, entre lágrimas, no podía dejar de mirar al grupo ritualista hacer su trabajo. El repiqueteo constante de esos bastones era casi hipnotizante, y los lúgubres cánticos no hacían si no darle un aire más solemne a la situación.

Unos pasos se oyeron acercándose, tras ellos pronto se comprobó que se encontraba uno de los guardias.


-Mi Ama de las Máscaras, disculpe la intromisión, hay un enviado de la Guardia en el vestidor esperándola.

-Decidle que no es posible atenderle ahora, invitadle a pasar a la ceremonia si así lo quiere, pero debo permanecer aquí hasta que los ritos terminen.

-Se lo haré saber, mi Dama.


Al cabo de unos segundos, un hombre con el uniforme de la Guardia de NuncaInvierno entró a la sala y se quedó en segundo plano.
Largas horas fueron las que duró la ceremonia, y cuando al fin acabó, La Dama hizo pasar a su despacho al soldado enviado.
Leire fue hacia su habitación, mientras Ágata la seguía tres pasos por detrás, sin llegar a atreverse a preguntar sobre nada de lo ocurrido.


-Vamos, ven a tomar algo a mis dependencias, anda... Sé que tenemos que hablar...

Cerró la puerta y tras ello tomó de las manos a Ágata, que esperaba espectante su explicación.

-Ágata...

Ilduara retiró la máscara de su cara, y su rostro mostró aún más la pena y la incertidumbre que le invadía.

-Ilduara... debes seguir haciendo lo que hacías... Es normal que nos apene... Pero debemos seguir con nuestras vidas...

-Pero... Pero podríamos haber sido cualquiera...

-Por suerte... Estábamos juntas... Y no fue así. Tú sólo piensa que ya ha pasado, y nada puede hacerse para evitarlo. Los dioses así lo quisieron.

-Lo sé... lo sé... Pero no entiendo porqué los dioses no tienen más que hacer que complicar mi vida.

-No, chiquilla... No pienses así... -
Leire se quitaba la máscara mientras sonreía consoladora a Ilduara, que seguía con el corazón roto por la pena y el dolor. La abrazó intentando darle el apoyo que necesitaba.- No es así como funciona... No todo lo que hay en este mundo son dioses, y no siempre ellos son los que mandan.

-Estás... Estás helada...


Ilduara se despegó un poco de los brazos de Amunda, mirándola con extrañeza mientras su compañera ponía cara de circunstancia.

-Estaré... Destemplada...

-No... no es eso... Qué tenéis? Amunda? El otro día, me salvásteis, usando poderes impropios de todo humano, pues aquello no era conjura alguna... Era... Era como si saliera de ti...

-Estábamos muy nerviosas... Seguro que la mente os jugó una mala pasada...

-¡¡Amunda, helásteis a unos hombres!! ¡¡Y, y después los troceásteis en escarcha!! Como, como si fueran, pan duro y migajas... Sé lo que vi y... y no fue otra cosa que una bocanada de tu aliento, gélido cómo una piedrafría.

-Es... Es algo difícil de explicar pequeña... no... es mejor que lo dejemos estar.

-No puedo dejarlo estar, es algo que no puedo hacer.


-¿Nos sirvió para salvarnos no? Pues ya está, Ilduara... No hagáis más preguntas...

Ilduara se quedó parada ante las reacciones de Amundra. El rostro de su compañera se tornaba duro a medida que rehuía la conversación, se mostraba incómoda con las investigaciones de su compañera.

-Hoy es día de recordar a los que se han ido, no penséis en más.

"Toc, toc". Llamaron a la puerta y Amunda tomó las máscaras entregándole una a su acompañante.

-Ponéosla.

Se abrió, y tras ella apareció la Ama de las Máscaras, con el rostro preocupado.

-La Guardia ha quemado en una pira los cuerpos de los atacantes... Dicen que no hay rastros de quiénes eran, no han encontrado ningún símbolo o identificación, dicen que no son de la ciudad, o no quieren hacérmelo saber...

-Mi Dama, ¿revelaron algo más?


La Dama de las Máscaras negó con la cabeza mientras hablaba.

-Está claro que algo deben haber descubierto... Pero no han querido dar más detalles...

-¿Dónde los enterraron mi Dama?


La Dama negó de nuevo mientras Ágata permanecía callada y parecía empalidecer.

-Alguien de dentro tuvo que ayudarles... No puede ser que los vigilantes los dejaran entrar así sin más, sin habernos alertado antes...

-Descubriremos qué hay detrás de esto, y quien quería matar al Primer Capitán.

-No podemos descartar otras hipótesis, no estoy segura de que vinieran por él, querida Leire... Sabemos que hay más cosas que alguien pueda querer aquí...


Las miradas de Leire y la Ama de las Máscaras se cruzaron y se hizo el silencio, que sólo rompió el sonido de la caída de un cuerpo contra el suelo. Al instante ambas se avalanzaron sobre el cuerpo desvalido de Ilduara.

-Ágata!

Todos los derechos pertenecen a su autor. Ha sido publicado en e-Stories.org a solicitud de Luis Manuel Gomis Quinto.
Publicado en e-Stories.org el 12.04.2011.

 
 

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