Carlos Benito Lara Romero

crema para los ojos


CREMA PARA LOS OJOS
 
Deambulaba por el centro comercial “Santa Fe”, en busca de un sitio para poder sentarme, mi verdadera idea era tener valor para volver a ser feliz, pero “el palacio de hierro” no es de gran ayuda. Estaba acompañando a mis tíos en mi nueva faceta de hombre sociable, pero igual mi atención estaba en la nada. Mi tía compraba impulsivamente y preguntaba por los precios más bajos siempre y por la barata, las caras de las trabajadoras que la atendían eran de un enorme fastidio, ni siquiera les importaba disimularlo, veían a mi tía como a una señorona burguesa, yo sólo contemplaba la escena sin gestos en mi rostro. Así me fui perdiendo en el marasmo de gente y cada rato me sentía más triste, y mejor me alejé de mis familiares para que no me vieran deprimido.
 

 
Subí unas escaleras eléctricas y luego fui al baño a desalojar las tripas y pensar (siempre pienso sentado en la taza, sé que es una manía horrible  pero quevachache), hasta que terminé y al salir me di cuenta que ya no soportaba estar más allí. Pero no podía decirles “saben ya estoy asqueado de todo esto, luego los veo”, porque ellos al enterarse de mi nueva fobia por estar encerrado mucho tiempo en casa, me habían invitado a acompañarlos de compras, así que no podía pagar con tal grosería ante su amabilidad, seguramente ellos también estaban hasta la madre de mi aburrida y callada presencia (¿dónde está ese sobrino tan chistoso y alegre?) así que opté por seguir vagando en “el palacio de hierro” viendo a hombres y mujeres con cara de hastío y cuerpos de gimnasio, comprando estupideces que a mí no me hacen falta, ¿quién dijo eso de “tantas cosas que a mí no me hacen falta”  Sócrates? Ya no recuerdo, pero observaba que era muy cierta la frase, bueno por lo menos para mí.
 

 
Entonces sin darme cuenta, ya estaba en el departamento de cremas y perfumes, el cual se encuentra repleto de espejos para que puedas ver lo feo que eres y en consecuencia; la imperiosa necesidad de retacarte de cremas para las arrugas, el envejecimiento, las manchas, los parpados caídos, la papada, el rejuvenecimiento y todas esas porquerías que hacen ricos a tan pocos, a costa de tanta vanidad, el caso es que me vi en uno de esos espejillos y noté mi jodida cara de tristeza y comencé a hacer muecas frente al espejo como un niño que jamás se ha visto él mismo, y así en pleno gesto de chango me interrumpió una vendedora, diciéndome afablemente “disculpé joven me he dado cuenta que usted necesita una crema Dior antifatiga para esa ojeras que se le han formado, si me permite por favor” y acto seguido, me estaba poniendo una crema facial en los parpados, y yo por mi jodida necesidad de cariño pos me dejaba de todo, no me importaba que me llenaran el rostro de pendejadas, pero por lo menos sentía las manos de una mujer acariciando mi cara, eso era todo para mí, así que la dejé que perorara cuanto discurso cosmetológico se le ocurriera y mientras estaba recostado en una silla medio escuchaba “y ya en las noches se lava usted con un jabón neutro y se aplica esta cremita que va a hacer descansar su piel de  las inclemencias del smog…” y repetía varias cremas (todas Christian Dior) para tantas cosas,  que casi me estaba diciendo que mi cara era una porquería deshidratada, llena de puntos negros, sucia como mi alma, reseca y además grasosa como cebo de vaca.
 
“Aja” decía yo “no es posible, si me lavo todos los días con el jabón Dove con el que se baña mi querido sobrinito” le imprequé, pero ella me contestó diciendo que mi cara era “mixta” algo que yo entendí como “andrógina” y le dije la idiotez de “yo creía que tenía la cara muy masculina” “y la tiene” me dijo, y ya le observe que por favor dejara de hablarme de usted, pues eso me parecía absurdo e innecesario, a lo que ella me dijo que se llamaba Beatriz y que la verdad lo hacía por respeto al cliente, que me veía muy joven, pero que temía me molestara si me hablaba de “tu”,  yo abusando de su sinceridad o hipocresía (lo mismo me daba), le dije que cuantos años me calculaba y ella no sé por qué razón me contesto  que “mmmm como
25”, entonces me di cuenta que estaba  hablando con una neófita en el asunto,  y que de cosmetóloga no tenía un carajo y abrí mis ojitos con los párpados todos estirados de tanto menjurje y la voltee a ver (pues hasta ahí no me había fijado en su cara y era bastante guapa, pero con el pelo oxigenado de un rubio platinado y un puto piercing en la nariz que me recontracagó) con un gesto sardónico como diciendo que no era necesario que me engañara, que tenía canas en la barba, ¿cómo 25 años?, no mames, pero ella siguió parloteando “¿disculpa cómo te llamas?” “Carlos” le dije, “Ahhh, mira Carlos yo estudié belleza en una escuela carísima y de verdad que pareces de 25 años, es cierto que tienes canitas en la barba pero no se te ven mal, además por otro lado no tienes la cara tan maltratada” ¿pues no que necesitaba como chorrocientas cremas porque tenía la cara más grasosa que los huevos de un gordo? Entonces le contesté que “mira la verdad no tienes que adularme como a todos los clientes, para serte honesto soy muy consciente de mi ajado rostro, por otro lado debo decirte que la belleza está en el alma y además no traigo tanto dinero como pa comprar todas las cremas” y al decir esto se me quedo viendo y comenzó a reír con una risa bonita, de esas educadas,   “jajajajaja, mira si quieres vete en el espejo y tu dime cómo te ves”   y al verme en el espejo me vi sin ojeras, si barros, sin espinillas, sin puntos negros, sin  grasa en la nariz y en la frente,sin signos de expresión,  es más, me sentí hasta limpio y puro como un querubín con su arpita en pelotita sentado en una nube, y le dije “oye es increíble, la verdad si me cambió bastante el cutis, hasta parezco rico, ¿y no tendrás entre tus cremas alguna que me sirva pa disimular la tristeza de mis ojos?” y al escuchar esto se me quedo viendo estupefacta, para luego observar mis ojos fijamente y me dijo “oye sabes…es cierto, no me había fijado, pero sí que  tienes los ojos tristes, yo pensé que eran las ojeras o los signos de expresión, per! o no, so n tus ojos que ya son tristes…mmm, es tu mirada más bien que ya es melancólica mmm, pero ahí que podemos hacer mmm” y se quedó pensando la muy pendeja y eso me hizo sonreír y me atajo diciendo “bueno, pero también tienes una sonrisa bonita y ponte a pensar que eso tampoco te lo da crema alguna eeeh”   y ante su tierna y sorprendente observación le pregunté “gracias Beatriz, eres una niña muy linda y dime ¿tu ganas por comisión  verdad?” “si ¿Por qué?” y me sentí con ganas de ser Richard Gere en “Mujer Bonita” y decirle “dame todas las cremas que me pusiste y toma $10,000 pesos por tu amabilidad (tan tan tan tan tan pretty woman), sólo te pido un favor, retírate ese piercing de la nariz, tu no necesitas de accesorios para realzar tu belleza y déjate el pelo natural, que debe ser negro y brillante como la crin de un caballo de raza”  pero sólo alcancé a calcular con cuanta lana contaba y deduje que tenía como $800.00 pesos, justitos para la biografía de Nietzsche que había visto en la Gandhi, dinerito que por cierto me había tomado todo un mes juntar, así que tragué saliva y la realidad nos atrapó, confesándonos que Beatriz se había pasado media hora de su preciado tiempo, hablando y masajeando el rostro con cremas Christian Dior a un pobre diablo, que vivía de arrimado en casa de su carnal, comiéndose las frutas y verduras de su sobrinito  y que su patrimonio consistía en los cambiecitos que le robaba a su papá, cual vil parasito. Pero armado de valor y con seguridad en las palabras le dije “mira la verdad yo no creo en nada de esto, y disculpa que te haya quitado el tiempo, sólo me voy a llevar la crema para los parpados y eso porque no tenías razón alguna de ser linda conmigo y no sabes lo carente de cariño que ando, para serte franco me animaste el día y te juro que si tuviera más dinero, te compraría lo que me vendieras” y terminé por regalarle una media sonrisa y ella también sonrió y se arregló el cabello en  un conocido acto de coquetería, “es que de veras tienes una linda sonrisa Carlos…” y y! a no sup e que decir, tremendo escritor que soy, que me quede sin palabras, sólo viéndola ya de una manera medio incomoda y ella atinadamente prosiguió “¿Entonces te llevas la crema antifatiga?” “si claro, ¿cuánto cuesta?” “a ver vale $785 pesos”, QUE QUE QUE!!!! Y pelé los ojos cuanto me dejo la maldita crema!!!  Coño como me costó guardar la compostura, pero tenía los ojos como Susan Sarandon al oír el precio y creo que me quedaron así en ese rato por la estirada de las cremas, denotando con los ojos como platos mi status proletario, sólo me faltó irme con un chiste como tin-tán pelando los dientes y saludando con el sombrero, pero mantuve el decoro y solté con mi voz más segura “ahh vaya, si dámela” y como tenía la cara toda estirada y limpia como nunca en mi vida, realmente me sentí un fresa de “Santa Fe” haciendo sus compritas.
 

 
Después de pagar, Beatriz me dijo que salía a las 9 pm, que cualquier día podíamos vernos para tomar un café, pero yo no tuve el valor de confesarle que por la puta crema, no me quedaba ni pal “ecobus” que sale del metro Balderas hasta el centro comercial “Santa Fe”, y que se hace como una hora de camino, y que vale $5 pesos, nomás pensaba que nuevamente me habían estafado, que jamás iba a poder comprar ese libro de Nietzsche, que pa qué coño había comprado una crema antifatiga, ¿fatiga de qué?  Si no hago ni madres en todo el día, pero caí en la trampa otra vez, pero no, esta vez no, me dije, “cree en sus palabras” y me fui tranquilo a encontrar a mis tíos no sin antes decirle a Beatricita “Ok, algún día vendré a buscarte y ojalá que al verme ya no veas más tristeza en mí, y todo sean flores y ensaladas y pasto verde y cielo azul y tu cabello sea negro y espeso y no tengamos que ir a un café a fingir conocernos, ni parlotear sobre el pasado de cada uno, sino simplemente ser nosotros, sin máscaras, ni artificios, sin esa burbuja de presunción que observas todos los días en este horrible centro comercial, sólo ser tu y yo y tal vez, digo tal vez,  te pueda hacer reír, ¿porque no?; a carcajadas y hacerte escapar del tedio que te da la rutina de la vida, de la mano corriendo en un parque como niños al recreo, con el aire pegando en el rostro aún con el smog y en estos días de lluvia, mojarnos también sin pudor, saltando sobre los charcos, sin prisa, como si fuéramos dueños de la eternidad…” pero no, no le dije nada, o no recuerdo, quizá algo como “…ándale a ver qué día salimos”, y me fui con mi cara limpia y triste al sosiego de la vida, encontré a mis tíos que me preguntaron donde andaba y les mentí diciendo que había ido al baño y me había perdido “aaah” contestaron también sin mucho ánimo, sin sospechar que en la bolsa derecha de mi pantalón todavía conservo la “SÈRUM YEUX TENSEUR DÉFATIGANT” de “Dior”, que ni se pa qué coño sirve, pero que aplico en las noches y en las mañanas engañándome que es mi! crema a nti-tristeza gulp.           
 

Todos los derechos pertenecen a su autor. Ha sido publicado en e-Stories.org a solicitud de Carlos Benito Lara Romero.
Publicado en e-Stories.org el 06.07.2011.

 
 

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