No hay otro cielo
a este genial recodo
degustando grosellas junto al río,
leyéndote poemas de Neruda;
besando tus delirantes sombras…
Aunque me llaguen
heridas de tu carne;
jamás quedará ignorante
párvula gota, bombeada sangre.
Entre esas islas nuestras,
trayendo fortuna momentánea.
Dichosa dicha soñada
henchida a la realidad falsa,
con efímeras eternidades
planté mi lengua fugitiva
por tu humedad excéntrica.
Porque te quiero
sobre todas las bocas.
Mi alma eres Tú
desde todas mis vidas.
Todos los derechos pertenecen a su autor. Ha sido publicado en e-Stories.org a solicitud de Vicente Gómez Quiles.
Publicado en e-Stories.org el 15.05.2012.
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