Antonio Pérez Ruiz

Solidaridad

Palabra un poco difícil de pronunciar en español (a lo mejor en otras lenguas, no tanto). Tal vez sea porque la usamos poco y no estamos acostumbrados a su dicción. Si acudimos a la definición que nos da la Real Academia de la Lengua Española leemos como primera acepción: "adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros". Adhesión circunstancial, es decir, unirse momentáneamente a otros para luchar codo con codo en situaciones o metas en las que creen aquellos. Así, uno es solidario cuando dona bienes para ayudar a gente desprovista de todo; alimentos para los que no tienen acceso diario a ellos; medicinas para los que difícilmente pueden conseguirlas; ayuda humanitaria para hacer la vida más soportable a quien ya de por sí la tiene complicada,...Esta es la solidaridad en su estado puro, la que todo el mundo tiene en mente cuando se menciona.

Pero tenemos una segunda definición, un tanto compleja, que voy a intentar desgranar: "modo de derecho u obligación in sólidum". ¿Cómo dice?... Tranquilo, que verá como lo entiende. In sólidum es una expresión latina que viene a decir "en total", "por entero", "por el todo", y expresa la facultad u obligación que, siendo común a dos o más personas, puede o debe ejercerse/cumplirse por entero por cada una. Bien, pues esta definición es la que no tiene casi nadie en mente. Solo cuando se menciona que uno es deudor solidario alcanza a comprender mínimamente que la deuda le afecta también a él, es decir, la obligación es común y si no paga uno lo tendrá que hacer el otro u otros.

Esta, podríamos decir que es la solidaridad de calle, la más cercana, la cotidiana, la individual, y a la vez colectiva, de los seres humanos que viven en una sociedad que llamamos civilizada. Esto no quiere decir que las sociedades "no civilizadas" no tengan esta solidaridad, porque seguro que cualquiera de los miembros de esa colectividad, en alguna ocasión, han ayudado a sus prójimos en una situación difícil o de riesgo. Así entendida, esta solidaridad viene a significar prestar la ayuda complementaria o realizar la acción oportuna en aquellas situaciones en las que otros no tienen posibilidad de ejercitarla o no lo hacen por dejadez. Se trata simplemente de una colaboración con un semejante, y aquel que la presta es el que se puede llamar solidario.

Pues bien, hoy en día asistimos en muchas situaciones a una insolidaridad por dejadez, que obliga a otros, por el bien común, a realizar la acción abandonada. El insolidario es un egoísta, alguien a quien le cuesta un esfuerzo inmenso hacer o decir algo, si me apuran podríamos decir que es un cobarde, un despreocupado que no tiene el menor reparo en dejar las cosas estar, en no meterse donde no le llaman, pero que si, en algún momento, necesitase de la ayuda de los demás no dudaría en pedirla. Esto es lo más indignante porque es lo más sencillo. Para la otra solidaridad se requiere más esfuerzo: hay que contactar con organizaciones gubernamentales de ayuda humanitaria, realizar transferencias de dinero puntuales o dar órdenes a las entidades bancarias de que lo hagan mensualmente, aportar otro tipo de bienes corriendo con los oportunos gastos,... lo que no quiere decir que tengamos que renunciar a ella porque también es necesaria, pero vuelvo a repetir, la solidaridad individual  que solo necesita una actuación concreta en un momento dado, es la que se deja de hacer, la que se carga sobre las espaldas de otro. Esa no es la condición humana. Estamos en un mundo donde cada uno necesitamos de los demás y los demás de cada uno de nosotros. Piénsenlo bien, el mundo no sería mundo si cada uno fuera por libre, si no colaborásemos estrechamente unos con otros para hacer la vida más fácil, más humana.

Es simple, yo ayudo porque alguna vez necesitaré ayuda y querré que me la presten. Esta premisa debería estar grabada a fuego en la mente de todos.

Todos los derechos pertenecen a su autor. Ha sido publicado en e-Stories.org a solicitud de Antonio Pérez Ruiz.
Publicado en e-Stories.org el 15.12.2012.

 
 

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