Fernando Otero

El Dia Del Fin Del Mundo

¿Qué tal que fuera cierto?. Como ingeniero, entrenado a descartar las suposiciones y a desmenuzar las emociones de las decisiones con el mismo ferviente cuidado y dedicación conque la Negra Conchi  desmenuzaba la carne para crear el plato de carne desmechada con arroz de frijol cabecita negra y tajadas de plátano maduro con el que comenzaba a soñar a las once y media de la mañana, en los días del Liceo, añorando el sonido de la campana que indicaba que era hora del almuerzo, así, con ese mismo cuidado, había dejado a un lado las ideas locas de esa teoría ilógica de la cual todos hablaban.
 
Volvió a la realidad de la mañana. Los días del Liceo habían quedado atrás. La carne desmechada era solo un recuerdo que aparecía muy de vez en cuando, pues había entrenado su cerebro a guardar en una partición escondida los recuerdos de la época del jugo de tamarindo.  La realidad era que estaba cinco minutos tarde para la reunión de todos los viernes y el trafico en el highway estaba lento. Muy lento. Con tiempo para pensar.
 
¿Qué tal que fuera cierto?. Hoy, un día como todos los días comenzó con la certeza que acompaña a la rutina. En la mañana, el despertador del iPhone sonó a la hora de siempre. El desayuno del drive-thru tenía el mismo sabor a cartón con queso derretido, al cual había terminado acostumbrándose después de muchos años y cuando comprendió que el sabor del bollo de mazorca con queso estaba destinado a ser guardado con tanta otras cosas en esa partición secreta. Ttodo era igual a como fue ayer y el día anterior. Hoy no podía ser ese día o al menos no había indicios de nada diferente.
 
Parqueó el carro en el lugar de siempre. Caminó los ciento veinticinco pasos hacia la puerta para encontrarse con el lobby que conocía de memoria. Los mismos good mornings con el mismo silencio de respuesta. Subió a su oficina apenas con tiempo para leer los mensajes urgentes  antes de la reunión de todos los viernes en la mañana. Allí estaba, el primer sobre en la bandeja de correo. El membrete indicaba el nombre de laboratorio. El contenido era el resultado de esa biopsia que se había hecho a comienzo de semana. Abrió el sobre. Leyó. Volvió a leer. Se aflojo la corbata. Subió los pies en el escritorio. Respiró profundo. A la mierda la reunión – se dijo a si mismo – todos están en lo cierto. Hoy es el día del fin del mundo.

Todos los derechos pertenecen a su autor. Ha sido publicado en e-Stories.org a solicitud de Fernando Otero.
Publicado en e-Stories.org el 21.12.2012.

 
 

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