Antonio Pérez Ruiz

Phallus dei, resurrección

 

No pasaron más de cinco minutos y, ante la perspectiva que se vislumbraba, ocho mujeres (una de ellas, Sue) totalmente desnudas y “a cuatro patas” alineadas en una de las paredes de aquella habitación, pidiendo silenciosamente ser penetradas por donde quisiera Paco, su pollón volvió a la vida. El resto de mujeres seguía tranquilamente dándose placer mutuo, ajenas a lo que el grupo de ocho había decidido hacer. O eso aparentaban.

 

El de Urdián no sabía por dónde empezar, porque los culos que allí se mostraban eran a cual más perfecto. Pero Paco era un hombre de pueblo, gustaba de las mujeres en estado natural y había una que cumplía sus requisitos. Su culo estaba bellamente adornado con una pelambrera irresistible. No lo dudó y dirigió su gran nabo hacia ese culo que no sabía la que se le venía encima.

 

Paco se pasó los dedos de su mano derecha por la boca, se los lamió dejándolos bien húmedos y dirigió a continuación esa mano al culo deseado. La chica afortunada pegó un respingo al sentir aquella humedad en su trasero, pero no se volvió a mirar. Simplemente comenzó a reir por la suerte que había tenido y después apretó los dientes, aquello le iba a doler. Paco comenzó la penetración muy lentamente, dejando caer la saliva de su boca en dirección a aquel ano que necesitaría lubricación constante. El gran cabezón rosado terminó de entrar, la chica no paró de gemir en todo el proceso, y Paco siguió arremetiendo ¿es que acaso pensaba meterla entera? Las demás empezaron a protestar y a pedir que se la metiesen ya, que no aguantaban más. Tras algunas leves arremetidas más decidió dar cumplimiento a los deseos de las siete restantes, y así, una a una fue penetrándolas por sus anhelantes coños haciéndolas sufrir por partida doble, por el tamaño y porque solo hacía una introducción y pasaba a la siguiente. Cuando llegó al final, retrocedió por el mismo camino hasta llegar a la que había dejado con el culo como la boca de un pozo y volvió a meter la “soga”.

 

La chica no pudo aguantar y en una de las salidas de Paco soltó una ventosidad bastante sonora.

Todos los derechos pertenecen a su autor. Ha sido publicado en e-Stories.org a solicitud de Antonio Pérez Ruiz.
Publicado en e-Stories.org el 01.04.2013.

 
 

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