Te fuiste. Y no espero que vuelvas.
La tarde inunda de llanto las cubiertas.
En la pila, descansan esos platos
de planes de futuros y de cenas con sorpresa.
Te has ido. Es cierto que no vuelves.
No es necesario decirlo con palabras.
No me hizo falta ni suplicar siquiera.
Miré en tus ojos y tuve mi respuesta.
Y preparé enseguida tu maleta.
Tus linos blancos y tu petaca vieja.
Con tu cartera. Con mi dinero ahorrado
para que nada te faltara en tu ausencia.
Allá mis besos recorran tu presencia
vacía en la forma de mi cama.
Ya no están presos, nunca jamás, para que mueran.
Viven en pétalos de risas solapadas.
Volviste. Ya no quiero que vuelvas.
Mis rosas se perdieron al alba en la foresta
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Todos los derechos pertenecen a su autor. Ha sido publicado en e-Stories.org a solicitud de Maria Teresa Aláez García.
Publicado en e-Stories.org el 25.03.2009.
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