Mi cabeza aún giraba, y viraba, y volvía a voltear. En momentos como éste en los que el dolor punzante de cabeza me desquicia, me acuerdo de mi madre, cuando insiste en que no tome, porque el alcohol y yo, no somos buenos compañeros de cama a la mañana siguiente.
Y es que ella tiene toda la razón, que yo enseguida acabo borracha, en cuanto coqueteo un poco con la vida loca y privo un poquito más de la cuenta; y casi siempre abochornada, cuando recuerdo los sucesos acaecidos en el rutilar de la noche de los hechos sobrios.
Esta vez la disculpa era buena: “la cogorza”, era por la despedida de soltera que le había montado a mi compañera de trabajo. Sólo espero que ella se acordara mejor que yo de todo aquel follón.
Al estirarme en la cama, me percaté que había un bulto a mi lado. Era Gonzalo… Grité con todas mis fuerzas, supongo que alertando a los vecinos que yo estaba allí.
- Tranquilízate un poco… Aquí no ha pasado nada, si es por lo que chillas -, dijo.
Me quedé más sosegada, cuando revisé que estaba acostada con la ropa puesta. Gonzalo me explicó que salí con pinta etílica de aquel Boys, y él que pasaba por allí se ofreció a llevarme a casa en coche; sin embargo, cuando ya estaba montada, se dio cuenta que no sabía dónde vivía yo, y me llevó a su piso.
- ¿Y por qué no me preguntaste por mi calle, a mí? -, inquirí.
- Porque te dormiste en cuanto arranqué el coche -, contestó.
Bajé a por algo para desayunar; era lo mínimo que podía hacer después de lo bien que Gonzalo se había portado conmigo.
Reconocí el Peuyot de Gonzalo; estaba mal aparcado en una zona de carga y descarga, y con la multa pertinente en el parabrisas.
Cuando regresé, estaba levantado y le conté lo de la multa. No se enfureció…
- ¡No pasa nada! Esa multa la tengo desde hace dos años. Cada vez que no encuentro aparcamiento, y no me queda más remedio que estacionar mal, pongo ese pedazo de papel en el cristal, y así despisto a cualquier agente que venga a multarme, porque cree que me han sancionado antes -, reveló atacando al croissant con saña.
- ¡Menudo granuja! -, comenté risueña.
He aquí, un sinvergüenza simpático…
PILAR ANA TOLOSANA ARTOLA
Todos los derechos pertenecen a su autor. Ha sido publicado en e-Stories.org a solicitud de Pilar Ana Tolosana Artola.
Publicado en e-Stories.org el 15.09.2005.
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