¡Cómo deseo sumergirme en el mar de tus ojos!
Perderme en las hipnotizantes mareas de tus caderas.
Surcar los océanos de tu memoria,
admirar los arroyos de tu sonrisa,
y gozar en el oasis de tu boca.
¡Cómo deseo vivir a la costa de tu mirada!
Caminar al malecón de tus pisadas,
ahogarme en los pozos de tus coquetos silencios,
y apaciguar las tormentas de tus miedos.
Pero eso es imposible, pues tú y yo somos agua y aceite,
tenemos mucho en común y a la vez somos tan diferentes...
Tú eres la lluvia que refresca mi alma muerta,
el manantial de felicidad que inunda al corazón sangrante;
los ríos de lágrimas que desbordan el rostro.
Y por eso aquí me tienes quejándome de mi suerte,
sediento de tus brazos, de tus labios, de tus manos y tus risas.
Y es que mujer me eres tan perfecta, y tan malditamente necesaria.
Tú lo eres todo, me eres existencia, me eres muerte,
me eres felicidad y una dolencia estúpidamente adictiva.
Tu pureza y tu inocencia me son indispensables,
tu belleza y perfección me son irremplazables.
Mi amada musa tú eres todo menos mía,
eres el agua que más añoro libar en esta vida.
Todos los derechos pertenecen a su autor. Ha sido publicado en e-Stories.org a solicitud de Brandon Balderas Rocha.
Publicado en e-Stories.org el 25.07.2014.
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