Alzo mis ojos al atardecer y veo a la luna. Brillante, poderosa cerca de su
plenilunio, bajo un cielo aún iluminado y celeste, de un color
gélido como el de un glaciar.
No, verla no es exacto, pues no la
veo: la miro fijamente. Su gravedad hace que no pueda apartar mis pupilas de
su belleza cargada de incógnitas como mi propio interior, y por
algún extraño motivo no consigo ya dejar de mirarla. Sin
entender bien cómo, siento que ella me atraviesa, y al mismo tiempo me
devuelve la mirada a través de sus oscuros y expresivos
cráteres. Siento que se dirige a mí con ternura y me susurra un
mensaje a través del espacio/tiempo:
- Pequeña niña-mujer, ¿sabes cuántas veces he
visto las mismas historias a lo largo de mi larga existencia? Una y otra vez,
los humanos interpretáis las mismas escenas…una y otra vez, como
en el eterno retorno… y curiosamente todos os creéis distintos y
especiales, únicos e irrepetibles…pensáis que nadie
sufre, que nadie siente ni sentirá como vosotros…pobres ilusos
mortales-.
De repente, su mirada se torna dulce, y siento en mi
mejilla un suave destello plateado que me acaricia mientras sigo escuchando
susurros en la lengua inaudible del universo:
- Pobre tierna mujer-niña… No desesperes, en algún lugar
del silencio encontrarás la respuesta a tus preguntas-. Luego
añadió: - Yo ya soy muy vieja, y por eso te digo que ya nada de
eso tiene importancia-.
Resonaron en mi mente las palabras de la
pobre vetusta Morla, frente a un triste y derrotado Atreyu que huía de
la Nada… Resonaron como un eco confuso de algún lugar de mi
pasado…
Y la luna volvió a ser roca, fría y
dura, solitaria, lejana e inaccesible…pero yo nunca más
volveré a verla igual.
Todos los derechos pertenecen a su autor. Ha sido publicado en e-Stories.org a solicitud de Raquel Sanchez.
Publicado en e-Stories.org el 20.05.2021.
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