Dejé que tus palabras amarillas
infectaran de odio mis mejillas.
Permití el paso de la miel de tu veneno
por las curvas de sangre y fuego
de mis sentimientos.
Las chispas que encontraron mis pupilas
no eran ilusiones contenidas.
Eran estrellas de hastío, miedo hielo
y un atisbo de soles de desprecio.
El sarcasmo hizo acto de presencia
y el aire condensado de mis ojos
corrió un tupido velo.
No ví más el silencio de tus sueños.
No aprecié el desencanto de tus muecas.
No evité la curiosa sed de envidia
que tu vista atraía hasta mi puerta.
Presencié la sonrisa de la vida
que el azul regalaba con el viento
y ví surgir, tras de mi despedida,
en tus manos, verdes sentimientos.
Todos los derechos pertenecen a su autor. Ha sido publicado en e-Stories.org a solicitud de Maria Teresa Aláez García.
Publicado en e-Stories.org el 30.06.2007.
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