Karl Wiener

Entre ayer y mañana

 
     Dos hermanos vivían en una ciudad alejado de aquí. El hermano más viejo era un chico serio y amable a la gente. Echaba una mano a los padres y se dedicaba por lo demás a muchas cosas útiles. El hermano más joven estaba de carácter descuidado y estimaba la vida a la ligera. Se dedicaba solamente al juego y jolgorio y ponía pies en polverosa cuando se necesitaba su mano. Aunque estaban de carácter tal diferente y no creía ninguno que fueran hermanos, los dos eran buenos amigos durante la infancia y la juventud. Correspondiente al consejo de sus padres asistían las escuelas las mejores del país, pero mientras el más viejo utilisaba los años de aprendizaje para prepararse a la vida, el más joven no  se preocupaba del futuro. Consideraba la escuela como pasatiempo alegro.
     Los dos hermanos eran jinetes hábiles y apasionados con caballos. El refrán pero dice : El caballo está igual con el jinete. El caballo del hermano más viejo  era un animal persistente y de buen carácter, que habría llevado su jinete a la fin del mundo si hubiéra tenido tiempo suficiente. El hermano más joven montaba un caballo vivo que frotaba impacientemente el suelo con los cascos enseguida que sentió las riendas. Por eso los hermanos no podían jamás dar en común un paseo a caballo. Mientras que el uno coducía su caballo en trote todo derecho al destino el otro  cabalgaba de acá para allá  y cada dos por tres no llegaba a la meta. 
     Cuando los hermanos habían crecido y ya no necesitaban  la protección de sus padres, se pusieron en camino, cada uno con rumbo propio. El hermano más joven mataba el tiempo y hacía fiestas sin fin juntos con conocidos de que él pensaba que fueran sus amigos. Cuando el dinero se acabó que le habían dado los padres para gastos en camino, estos amigos uno detras de otro se largaron. Él pero quería que la fiesta no se acabara jamás. Al puesta del sol montó su caballo y perseguió el día que amenazó desaparecer al oeste. De este modo conseguió un día festivo sin fin. Una vida de tal manera pero está muy cansado ya que el sol no para jamás en su paseo alrededor del mundo y el muchacho tenía que seguirlo sin alto.       
     El hermano más viejo también no era perezoso, ensillo a su caballo y montó afuera en el mundo. Diferente de su hermano su camino lo conducía al este, hacia la salida de sol. Se había propuesto un viaje fatigoso que lo conducía  en noche oscura a traves de estepa árida y selvas sin fin. Muchos peligros lo amenazaban de ladrones y animales salvages, pero a pesar de todos los obstáculos no se había desesperado porque quería llegar a su destino a la salida del sol. Los pájaros se despertaron ya antes del primer rayo del sol. Su gorjeo anunció el fin de la noche. El caballo  resolló lleno de espera. Su aliento caliente echó vapor en el aire fresco de la mañana. El jinete también estaba curioso de eso que el día llevará consigo. Cuando había llegado al limite de la selva delante de él se extendían campos y prados alumbrados del sol y en la lejanía resplandecieron los techos y torres de una ciudad. Las campanas saludaron el día. La vista mereció la pena del camino fatigoso, el muchacho había llegado en un día nuevo. Su hermano pero todavía buscó el día de ayer.   
 

Todos los derechos pertenecen a su autor. Ha sido publicado en e-Stories.org a solicitud de Karl Wiener.
Publicado en e-Stories.org el 25.02.2008.

 
 

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