II.
Viajar en tren me gusta muchísimo. El hecho de vivir el silencio, de encontrar nuevos paisajes o cambios en el mismo paisaje. Nuevos colores, nuevas luces. Nuevos edificios. Continuos elementos que aparecen y desaparecen conforme miro por la ventanilla. Miro por un lado el progreso urbano y por otro su abandono. Veo cómo la ciudad progresa en detrimento del campo. Cómo el paisaje agrícola da paso al paisaje de cemento, hormigón, hierro y neón. Pero también he visto estaciones que han nacido y estaciones que han muerto.
La música y el silencio. Quizás las películas sí las veo un poco fuera de lugar pero los documentales menos. Y una buena lectura. La comida, si todos comemos a la vez, sí me parece bien. Si no pues sólo tomar alguna copa. Y los niños, mientras duermen o aprenden a disfrutar del viaje con un buen diálogo. Con buena fortuna, aprendí a enseñar a mi hijo a dormir, pintar y a escuchar relatos de tren y disfruta de la tranquilidad del viaje de ida y de vuelta. Ya ha recorrido tramos de diez horas en el tren y los ha solventado admirablemente. Aprendiendo muchísimo.
Por ahora una de las estaciones que más me gusta en las paradas que hay entre mis puntos de salida y de destino, es Valencia. También me gustan las estaciones castellanas.
Todos los derechos pertenecen a su autor. Ha sido publicado en e-Stories.org a solicitud de Maria Teresa Aláez García.
Publicado en e-Stories.org el 02.11.2008.
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