SOLAZ
__Autor: JOEL FORTUNATO REYES PEREZ
Aquella mañana el sol no salió. Estuvo esperándole la colina
más allá del lago, sin atravesar la montaña, cálida alfombra
azulverdosa detrás de la ventana cerca de la escalinata dejada
abierta entre las páginas de un libro clavado enmedio del desierto
incluso el ataúd, y la gente qué había llegado desde la calle en
gran actividad arrojando los gritos qué crecían dentro, en el
profundo silencio cubriendo los confines de la casa con los pasos
inseguros de quien ha pretendido esconder el dolor harto tiempo
conocido al contacto del espíritu que palpa el roce al unísono mil
lágrimas que traen del ayer el crepúsculo de una sonrisa esperando
asomar de nuevo el agua, y no perder la cosecha por no haber
cambiado nada a su paso entre los fresnos fatigados a punto de
caerse, súbditos del fuerte viento al recibir la noticia en el misterio
de alguna ensenada desconocida propia para el cultivo de las
plantas moviendo el tallo que se traduce en una disputa con las
nubes, en la carrera temerosa de los ladridos azarosos que se
amoldan, y se encuentran en la quietud esperada en el futuro,
con la sinceridad virginal colgando de los cielos la inmortalidad
solar en el capullo herido de miel con la rítmica espiral de un ave
de presa de creencias cándidas como el hogar de la consolación
en la balanza omnipotente cuando llega la voz en manos del silencio...
Lentamente la sombra va pasando la pradera, le aúllan los perros
y las ramas taciturnas también se ven frágiles en su eximia blancura
cubriendo los sueños de lirios en la tierra perfumada del huerto...
La humanidad representa mediocremente todo lo realmente puro
sobre la faz de la tierra, ella lo adapta a sus almas entristecidas
y sólo da aspectos fragmentarios de algo que sin duda es la
hermosura esencial en estado completo...
___Había hablado pocas veces sobre ello, como si se tratase
de un hallazgo valioso...
Asombrado, apenado y dolorido procurando reconstruir lo imposible
recordando los diálogos silencios tan lejanos como pueden estarlo
águilas y tiburones en la fecundidad de un desierto acariciando la luna
con más demostraciones que de costumbre, sin muchos aspavientos
en aquéllo que era engaño común de muchos tan juntos y tan lejanos
a su vez, cerca del suelo dónde se oyen eventualmente los latidos de
las estrellas escurriéndose sombríos qué protegen a veces estrujando
el mismo anochecer gastado pensando en la muerte saltando del
éxtasis a la plegaria cuando el frío verdadero penetra el alma, y retorna
al orígen del fuego desnudo, infinito, con el casto latir eterno...
Todos los derechos pertenecen a su autor. Ha sido publicado en e-Stories.org a solicitud de Joel Fortunato Reyes Pérez.
Publicado en e-Stories.org el 20.04.2013.
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