Joel Fortunato Reyes Pérez
FRIVOLIDAD FRÍGIDA (Neosurrealista experimental)
FRIVOLIDAD FRÍGIDA
(Neosurrealista experimental)
El frío ya recuerda su nieve hecho día,
del polvo y la esperanza encarnada,
el anzuelo en la mejilla de cada nube,
del viento asustado con su sombra.
Que incluso ahora, cuando lee, escribe, piensa,
no siente, tampoco, interés alguno en las herramientas,
ni herraduras puntiagudas y monogramas,
del desnudo pecho mostrando años quemados,
con solo un ayer que ocupa la memoria al correr,
la cadena de oro en labios de esperanzas blandas,
y los cinco hilos al revelarse un vez este día,
donde cualquiera dice párate: ¡A ver como canta!,
antes que se vayan las angostas colinas de la luz,
en crucigramas sin destino en rumores de la piel,
con cintura huérfana de frágiles bellezas, piedras,
acostumbradas a que no despierten sus trinos.
En las puertas el perfume escultor abunda,
y cultiva las sandalias entre los párpados,
néctares de un adiós en los ojos,
que viene escondido en una lágrima.
Cantando está, pálida de quemadas, una ternura sin leyes ni hambre,
donde el pan agranda los cimientos del mar el maleficio dulce,
demanda, democrática, del viento, delicioso en cercanías,
donde acuña penas, como monedas o sorpresas, aladas,
porque naufraga en la espesura rosada del olvido.
Por el pecho de un frente fugitivo de heladas profecías.
Que alargan los parques con los aljibes de la nada tan siquiera,
el sueño también está allá abajo, se esfuerza en vano de alto en alto,
la oblicua noche del regreso, por los ojos oscuros de la sed y las imposturas,
del tiempo con tristeza, donde las palabras comen miedo en un camino,
y un corredor de sombras, apura el frasco perfumado del olvido verde,
con la mano fría y frívola como las mesas metálicas del fuego inhábil.
(Neosurrealista experimental)
El frío ya recuerda su nieve hecho día,
del polvo y la esperanza encarnada,
el anzuelo en la mejilla de cada nube,
del viento asustado con su sombra.
Que incluso ahora, cuando lee, escribe, piensa,
no siente, tampoco, interés alguno en las herramientas,
ni herraduras puntiagudas y monogramas,
del desnudo pecho mostrando años quemados,
con solo un ayer que ocupa la memoria al correr,
la cadena de oro en labios de esperanzas blandas,
y los cinco hilos al revelarse un vez este día,
donde cualquiera dice párate: ¡A ver como canta!,
antes que se vayan las angostas colinas de la luz,
en crucigramas sin destino en rumores de la piel,
con cintura huérfana de frágiles bellezas, piedras,
acostumbradas a que no despierten sus trinos.
En las puertas el perfume escultor abunda,
y cultiva las sandalias entre los párpados,
néctares de un adiós en los ojos,
que viene escondido en una lágrima.
Cantando está, pálida de quemadas, una ternura sin leyes ni hambre,
donde el pan agranda los cimientos del mar el maleficio dulce,
demanda, democrática, del viento, delicioso en cercanías,
donde acuña penas, como monedas o sorpresas, aladas,
porque naufraga en la espesura rosada del olvido.
Por el pecho de un frente fugitivo de heladas profecías.
Que alargan los parques con los aljibes de la nada tan siquiera,
el sueño también está allá abajo, se esfuerza en vano de alto en alto,
la oblicua noche del regreso, por los ojos oscuros de la sed y las imposturas,
del tiempo con tristeza, donde las palabras comen miedo en un camino,
y un corredor de sombras, apura el frasco perfumado del olvido verde,
con la mano fría y frívola como las mesas metálicas del fuego inhábil.
Todos los derechos pertenecen a su autor. Ha sido publicado en e-Stories.org a solicitud de Joel Fortunato Reyes Pérez.
Publicado en e-Stories.org el 10.11.2016.
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