Sergio Lubel

Atentado

Siempre me aterrorizaron la oscuridad y el silencio.
Ahora soy uno de sus inquilinos vitalicios.

Sentados en el último asiento, veníamos jugando con Jazmín, una de las nenas del colegio donde hacia guardia y a quien conocía por sacarme canas verdes cada recreo; la mamá llevaba dos años preguntándome porqué había dejado mi querida Argentina para venir a vivir a Medio Oriente, porque no me había casado ni había tenido chicos…Supongo que después del servicio secreto, es la persona que más sabe sobre mí en el planeta.

Al fin llegamos al costado de la Estación Central de Autobuses. Cuando nos detuvimos y las puertas neumáticas comenzaron a abrirse, la figura se deslizó hacia el interior gritando esas dos palabras que fueron las últimas que escucharé en esta vida.
Sólo me dio tiempo a saltar del asiento y cubrir con mi cuerpo a mi ocasional compañera de juegos y luego…Luego el calor de mil hornos y la presión de mil prensas sobre mi espalda y mi cabeza.

La nada.

Hace frío.

Me desperté…Estaré despierto? Con un pinchazo y algo que se deslizaba por mi brazo y se llevaba mis dolores y mi conciencia lejos, muy lejos….

Cuando volví acá – dondequiera que “acá” quede – Mi amigo el pánico me saludó con una taquicardia que hizo que mi pecho estuviera a punto de partirse en dos…
Traté de gritar pero sólo sentí que mi boca se abría restringida por un montón de tubos con gusto a plástico y goma, sólo algo de aire se deslizó hacia mis pulmones y si algún sonido salió de mi, se perdió en este silencio absoluto por el que camino con mi mente; mis párpados se negaban a abrirse, lentamente el corazón decidió dejarme respirar un poco y pude recomponerme lo suficiente como para comenzar el chequeo:

La piel que arde, ojos que no puedo mover, visión cero; la nariz invadida por gusanos artificiales, boca inmóvil y relajada, la frente una persiana rota, los brazos y las piernas son un vago recuerdo…un zumbido que cada vez se hacía más intenso en mis oídos…En la nada en que existo, todo gira vertiginosamente…

De repente estoy sentado en algún lugar jugando con esos chicos que siempre me traen chocolates a la guardia…Pero debo irme, me vuelve a llamar la oscuridad…

Todos los derechos pertenecen a su autor. Ha sido publicado en e-Stories.org a solicitud de Sergio Lubel.
Publicado en e-Stories.org el 07.10.2014.

 
 

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